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Evangelio: Lucas 13,17-35.

17 Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban abochornados, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.
18 Decía, pues: "¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé?
19 Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su huerto
20 Dijo también: "¿A qué compararé el Reino de Dios?
21 Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina hasta que todo fermentó."
22 Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén.
23 Uno le dijo: "Señor, ¿son pocos los que se salvan?" Él les dijo:
24 "Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.
25 "Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Y os responderá: "No sé de dónde sois."
26 Entonces empezaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras plazas".
27 Pero os volverá a decir: "No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los malhechores!"
28 "Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera.
29 Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios.
30 "Pues hay últimos que serán primeros y hay primeros que serán últimos."
31 En aquel mismo momento se acercaron algunos fariseos y le dijeron: "Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte."
32 Él les contestó: "Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.
33 Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén.
34 "¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido!
35 Pues bien, se os va a dejar desierta vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"




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