2Se encontraba enfermo y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. 3Habiendo oído hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos para rogarle que viniera y salvara a su siervo. 4Éstos, llegando ante Jesús, le suplicaban insistentemente, diciendo: "Merece que se lo concedas, 5porque ama a nuestro pueblo y él mismo nos ha edificado la sinagoga." 6Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, 7por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra y quede sano mi criado. 8Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Vete", y va 9Al oír esto, Jesús quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: "Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande." 10Cuando los enviados volvieron a la casa hallaron al siervo sano. 11A continuación se fue a una ciudad llamada Naín. Iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre.