Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Baruc 6, 5-43

5 cuando veáis la turba delante y detrás de ellos adorándoles. Decid
entonces en vuestro interior: «A ti solo se debe adoración, Señor.»

6 Pues mi ángel está con vosotros: él tiene cuidado de vuestras vidas.

7 Porque la lengua de esos dioses ha sido limada por un artesano, y ellos,
por muy dorados y plateados que estén, son falsos y no pueden hablar.

8 Como para una joven presumida, así ellos toman oro y preparan coronas
para las cabezas de sus dioses.

9 Ocurre a veces que los sacerdotes roban a sus dioses oro y plata
y lo
emplean en sus propios gastos, y llegan a dárselo incluso a las prostitutas de
la
terraza.

10 Los adornan también con vestidos como si fuesen hombres, a esos
dioses de plata, oro y madera; pero éstos no se libran ni de la
roña ni de los
gusanos.

11 Por muy envueltos que estén en vestidos de púrpura, tienen que lavarles
la cara, debido al polvo de la casa que los recubre espesamente.

12 Hay quien empuña el cetro como un gobernador de provincia, pero no
podría aniquilar al que le ha ofendido.

13 Otro tiene en su diestra espada y hacha, pero no puede defenderse de la
guerra ni de los ladrones.

14 Por donde bien dejan ver que no son dioses. Así que no les temáis.

15 Como el vaso que un hombre usa, cuando se rompe, se hace inservible,
así les pasa a sus dioses una vez colocados en el templo.

16 Sus ojos están llenos del polvo levantado por los pies de los que entran.
17 Lo mismo que a uno que ha ofendido al rey se le cierran bien
las

puertas, como que está condenado a muerte, así los sacerdotes aseguran las
casas


de estos dioses con puertas, cerrojos y trancas, para que no sean saqueados por
los ladrones.

18 Les encienden lámparas y aun más que para ellos mismos, cuando los
dioses no pueden ver ni una sola de ellas.

19 Les pasa lo mismo que a las vigas de la casa cuyo interior se dice que
está aplillado. A los gusanos que suben del suelo y los devoran, a
ellos y sus
vestidos, no los sienten.

20 Sus caras están ennegrecidas por la humareda de la casa.

21 Sobre su cuerpo y sus cabezas revolotean lechuzas vencejos y otros
pájaros; y también hay gatos.

22 Por donde podéis ver que no son dioses; así que no les temáis.

23 El oro mismo con que los recubren para embellecerlos no lograría
hacerlos brillar si no hubiera quien le limpiara la herrumbre, pues ni cuando
eran
fundidos se daban cuenta.

24 A enorme precio han sido comprados esos dioses en los que no hay
soplo de vida.

25 Al no tener pies, son llevados a hombros, exhibiendo así a los hombres
su propia ignominia; y quedan también en vergüenza sus servidores, porque si
aquéllos llegan a caer en tierra, tienen que ser levantados por ellos.

26 Si se les pone en pie, no pueden moverse por sí mismos; si se les tumba,
no logran enderezarse solos; como a muertos, se les presentan las ofrendas.

27 Sus víctimas las venden los sacerdotes y sacan provecho de ellas;
también sus mujeres ponen una parte en conserva, sin repartir nada al pobre ni
al
enfermo; y las mujeres que acaban de dar a luz y las que están en
estado de
impureza tocan sus víctimas.

28 Conociendo, pues, por todo esto que no son dioses, no les temáis.

29 ¿Cómo, en efecto, podrían llamarse dioses? Son mujeres las que
presentan ofrendas ante estos dioses de plata, oro y madera.

30 Y en sus templos los sacerdotes se están sentados, con las
túnicas
desgarradas, las cabezas y las barbas rapadas y la cabeza descubierta;

31 y vocean chillando delante de sus dioses como hacen algunos en un
banquete fúnebre.

32 Los sacerdotes les quitan la vestimenta para vestir a sus mujeres y sus

hijos.

33 Si alguien les hace daño o favor, no pueden darle su merecido.
Ni

pueden poner ni quitar rey.

34 Tampoco son capaces de dar ni riquezas ni dinero. Si alguien les hace
un voto y no lo cumple, no le piden cuentas.

35 Jamás libran a un hombre de la muerte, ni arrancan al débil de
las
manos del poderoso.


36 No pueden devolver la vista al ciego, ni liberar al hombre que se halla
en necesidad.

37 No tienen piedad de la viuda ni hacen bien al huérfano.

38 A los peñasos sacados del monte se parecen esos maderos recubiertos
de oro y plata, y sus servidores quedan en vergüenza.

39 ¿Cómo, pues, se puede creer o afirmar que son dioses?

40 Más aún, los mismos caldeos los desacreditan cuando, al ver a un mudo
que no puede hablar, lo llevan donde Bel, pidiéndole que le devuelva el habla,
como si este dios pudiera percibir.

41 Y no pueden ellos, que piensan, abandonar a sus dioses que no sienten

nada.

42 Las mujeres, ceñidas de cuerdas, se sientan junto a los casminos

quemando como incienso el salvado,

43 y, cuando una de ellas, solicitada por algún transeúnte, se acuesta con
él, reprocha a su vecina de no haber sido hallada digna como ella y de no haber
sido rota su cuerda.