Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Daniel 12, 16-36

16 No había allí nadie, excepto los dos ancianos que, escondidos,
estaban al acecho.


17 Dijo ella a las doncellas: «Traedme aceite y perfume, y cerrad las
puertas del jardín, para que pueda bañarme.»

18 Ellas obedecieron, cerraron las puertas del jardín y salieron por la
puerta lateral para traer lo que Susana había pedido; no sabían que
los
ancianos estaban escondidos.

19 En cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron,
fueron corriendo donde ella,

20 y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve.

Nosotros te deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros.

21 Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que estaba contigo un
joven y que por eso habías despachado a tus doncellas.»

22 Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me estrecha por todas partes! Si
hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros.

23 Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo hecho
que pecar delante del Señor.»

24 Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos
gritaron también contra ella,

25 y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.

26 Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos se precipitaron por
la puerta lateral para ver qué ocurría,

27 y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron
muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de
Susana.

28 A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de
Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos
inicuos contra Susana para hacerla morir.

29 Y dijeron en presencia del pueblo: «Mandad a buscar a Susana,
hija de Jilquías, la mujer de Joaquín.» Mandaron a buscarla,

30 y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de
todos sus parientes.

31 Susana era muy delicada y de hermoso aspecto.

32 Tenía puesto el velo, pero aquellos miserables ordenaron que se le
quitase el velo para saciarse de su belleza.

33 Todos los suyos lloraban, y también todos los que la veían.

34 Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus
manos sobre su cabeza.

35 Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía
puesta su confianza en Dios.

36 Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros nos paseábamos solos
por el jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y
luego
despachó a las doncellas.