Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Eclesiástico 37, 4-27

4 Que te reconozcan, como nosotros hemos reconocido que no hay
Dios fuera de ti, Señor.


5 Renueva las señales, repite tus maravillas, glorifica tu mano y tu
brazo derecho.

6 Despierta tu furor y derrama tu ira, extermina al adversario, aniquila
al enemigo.

7 Acelera la hora, recuerda el juramento, y que se publiquen tus
grandezas.

8 Que el fuego de la ira devore al que se escape, y los que hacen daño
a tu pueblo hallen la perdición.

9 Aplasta la cabeza de los jefes enemigos, que dicen: «Nadie más que
nosotros.»

10 Congrega todas las tribus de Jacob, dales su heredad como al
principio.

11 Ten piedad, Señor, del pueblo llamado con tu nombre, de Israel, a
quien igualaste con el primogénito.

12 Ten compasión de tu santa ciudad, de Jerusalén, lugar de tu
reposo.

13 Llena a Sión de tu alabanza, y de tu gloria tu santuario.

14 Da testimonio a tus primeras criaturas, mantén las profecías dichas
en tu nombre.

15 Da su recompensa a los que te aguardan, y que tus profetas queden
acreditados.

16 Escucha, Señor, la súplica de tus siervos, según la bendición de
Aarón sobre tu pueblo.

17 Y todos los de la tierra reconozcan que tú eres el Señor, el Dios
eterno.

18 Todo alimento traga el vientre, pero unos alimentos son mejores
que otros.

19 El paladar distingue por el gusto la carne de caza, así el corazón
inteligente las palabras mentirosas.

20 El corazón perverso da tristeza, pero el hombre de experiencia le
da su merecido.

21 A cualquier marido acepta la mujer, pero unas hijas son mejores
que otras.

22 La belleza de la mujer recrea la mirada, y el hombre la desea más
que ninguna cosa.

23 Si en su lengua hay ternura y mansedumbre, su marido ya no es
como los demás hombres.

24 El que adquiere una mujer, adquiere el comienzo de la fortuna,
una ayuda semejante a él y columna de apoyo.

25 Donde no hay valla, la propiedad es saqueada, donde no hay
mujer, gime un hombre a la deriva.

26 ¿Quién se fiará del ladrón ágil que salta de ciudad en ciudad?


27 Así tampoco del hombre que no tiene nido y que se alberga donde
la noche le sorprende.