40 Más aún, mandaron en busca de hombres que vinieran de lejos,
enviándoles un mensajero, y cuando vinieron te bañaste, te pintaste los ojos
y te pusiste las joyas;
41 luego te reclinaste en un espléndido diván, ante el cual estaba
aderezada una mesa en la que habías puesto mi incienso y mi aceite.