Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Jeremías 20, 8-17

8 Pues cada vez que hablo es para clamar: «¡Atropello!», y para gritar:

«¡Expolio!». La palabra de Yahveh ha sido para mí oprobio y befa
cotidiana.

9 Yo decía: «No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre.»
Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en
mis
huesos, y aunque yo trabajada por ahogarlo, no podía.

10 Escuchaba las calumnias de la turba: «¡Terror por
doquier!,

¡denunciadle!, ¡denunciémosle!» Todos aquellos con quienes me saludaba
estaban acechando un traspiés mío: «¡A ver si se distrae, y le podremos, y
tomaremos venganza de él!»

11 Pero Yahveh está conmigo, cual campeón poderoso. Y así mis
perseguidores tropezarán impotentes; se avergonzarán mucho de su
imprudencia: confusión eterna, inolvidable.

12 ¡Oh Yahveh Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el
corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi
causa.

13 Cantad a Yahveh, alabad a Yahveh, porque ha salvado la vida de
un pobrecillo de manos de malhechores.

14 ¡Maldito el día en que nací! ¡el día que me dio a luz mi madre no
sea bendito!

15 ¡Maldito aquel que felicitó a mi padre diciendo: «Te ha nacido un
hijo varón», y le llenó de alegría!

16 Sea el hombre aquel semejante a las ciudades que destruyó Yahveh
sin que le pesara, y escuche alaridos de mañana y gritos de ataque
al
mediodía.


17 ¡Oh, que no me haya hecho morir desde el vientre, y hubiese sido
mi madre mi sepultura, con seno preñado eternamente!