Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Jeremías 37, 7-20

7 Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Así diréis al rey de Judá que os
envía a mí, a consultarme: He aquí que las fuerzas de Faraón que salían en
vuestro socorro se han vuelto a su tierra de Egipto,

8 y volverán los caldeos que atacan a esta ciudad, la tomarán y la
incendiarán.

9 Así dice Yahveh: No cobréis ánimos diciendo: «Seguro que los
caldeos terminarán por dejarnos y marcharse»; porque no se marcharán,

10 pues aunque hubieseis derrotado a todas las fuerzas de los caldeos
que os atacan y les quedaren sólo hombres acribillados, se levantarían cada
cual en su tienda e incendiarían esta ciudad.

11 Cuando las tropas caldeas estaban levantando el sitio de Jerusalén,
replegándose ante las tropas del Faraón, aconteció que

12 Jeremías salía de Jerusalén para ir a tierra de Benjamín a asistir a
un reparto en el pueblo.

13 Y encontrándose él en la puerta de Benjamín, donde había un
vigilante llamado Yiriyías, hijo de Selemías, hijo de Jananías, éste prendió
al profeta Jeremías diciendo: «¡Tú te pasas a los caldeos!»

14 Dice Jeremías: «¡Falso! Yo no me paso a los caldeos.» Pero
Yiriyías no le hizo caso, y poniendo preso a Jeremías, le llevó a los jefes,

15 los cuales se irritaron contra Jeremías, le dieron de golpes y le
encarcelaron en casa del escriba Jonatán, convertida en prisión.

16 Así que Jeremías ingresó en el calabozo y en las bóvedas y
permaneció allí mucho tiempo.

17 El rey Sedecías mandó traerle, y le interrogó en su casa, en secreto:

«¿Hay algo de parte de Yahveh?» Dijo Jeremías: «Lo hay.» Y añadió: «En
mano del rey de Babilonia serás entregado.»

18 Y dijo Jeremías al rey Sedecías: «¿En qué te he faltado a ti, a tus
siervos y a este pueblo, para que me hayáis puesto en prisión?

19 ¿Pues dónde están vuestros profetas que os profetizaban: “No
vendrá el rey de Babilonia contra vosotros ni contra esta tierra?

20 Ahora, pues, oiga el rey mi señor, caiga bien en tu presencia mi
petición de gracia y no me vuelvas a casa del escriba Jonatán, no muera yo
allí.»