Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Lucas 9, 24-40

24 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su
vida por mí, ése la salvará.

25 Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si
él mismo se pierde o se arruina?

26 Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se
avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la
de su
Padre y en la de los santos ángeles.

27 «Pues de verdad os digo que hay algunos, entre los aquí presentes,
que no gustarán la muerte hasta que vean el Reino de Dios.»

28 Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó
consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar.

29 Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y
sus vestidos eran de una blancura fulgurante,

30 y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y
Elías;

31 los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a
cumplir en Jerusalén.

32 Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero
permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban
con él.

33 Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús:

«Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía.


34 Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió
con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor.

35 Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi
Elegido; escuchadle.»

36 Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos
callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
37 Sucedió que al día siguiente, cuando bajaron del monte, le salió al

encuentro mucha gente.

38 En esto, un hombre de entre la gente empezó a gritar: «Maestro, te
suplico que mires a mi hijo, porque es el único que tengo,

39 y he aquí que un espíritu se apodera de él y de pronto empieza a
dar gritos, le hace retorcerse echando espuma, y difícilmente se aparta de él,
dejándole quebrantado.

40 He pedido a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.»