Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Marcos 4, 17-38

17 pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en
cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la
Palabra,
sucumben en seguida.

18 Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído
la Palabra,

19 pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y
las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda
sin
fruto.

20 Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra,
la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.»

21 Les decía también: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo
del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero?

22 Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha
sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto.

23 Quien tenga oídos para oír, que oiga.»

24 Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida
con que midáis, se os medirá y aun con creces.

25 Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se
le quitará.»


26 También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el
grano en la tierra;

27 duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin
que él sepa cómo.

28 La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga,
después trigo abundante en la espiga.

29 Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque
ha llegado la siega.»

30 Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con
qué parábola lo expondremos?

31 Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra,
es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra;

32 pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las
hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a
su
sombra.»

33 Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas,
según podían entenderle;

34 no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo
explicaba todo en privado.

35 Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla.»

36 Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e
iban
otras barcas con él.

37 En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la
barca, de suerte que ya se anegaba la barca.

38 El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le
dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»