Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Mateo 9, 9-38

9 Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado
Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.» El se
levantó y le siguió.

10 Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron
muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus
discípulos.

11 Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come
vuestro maestro con los publicanos y pecadores?»

12 Mas él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes
sino los que están mal.

13 Id, pues, a aprender qué significa aquello de: = Misericordia
quiero, que no sacrificio. = Porque no he venido a llamar a justos, sino a
pecadores.»

14 Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué
nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?»

15 Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes
mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el
novio; entonces ayunarán.

16 Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo,
porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor.

17 Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro
modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a
perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se
conservan.»

18 Así les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se
postró ante él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano
sobre ella y vivirá.»

19 Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos.

20 En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce
años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto.

21 Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré.»

22 Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Animo!, hija, tu fe te
ha
salvado.» Y se salvó la mujer desde aquel momento.

23 Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente
alborotando,

24 decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida.» Y se
burlaban de él.

25 Mas, echada fuera la gente, entró él, la tomó de la mano, y la
muchacha se levantó.

26 Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.


27 Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos
gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!»

28 Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les
dice:

«¿Creéis que puedo hacer eso?» Dícenle: «Sí, Señor.»

29 Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según
vuestra fe.»

30 Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que
nadie lo sepa!»

31 Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella
comarca.

32 Salían ellos todavía, cuando le presentaron un mudo endemoniado.
33 Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente,

admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel.»

34 Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa
a los demonios.»

35 Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus
sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando todo
enfermedad y toda dolencia.

36 Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque
estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor.

37 Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros
pocos.

38 Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.»