Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Sabiduría 18, 7-25

7 Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y la
destrucción de sus enemigos.

8 Y, en efecto, con el castigo mismo de nuestros adversarios, nos
colmaste de gloria llamándonos a ti.

9 Los santos hijos de los buenos ofrecieron sacrificios en secreto y
establecieron unánimes esta ley divina: que los santos correrían en común
las mismas aventuras y riesgos; y, previamente, cantaron ya los himnos de
los Padres.

10 A estos cánticos respondía el discordante clamor de sus enemigos,
se disfundían los lamentos de los que lloraban a sus hijos.

11 Un mismo castigo alcanzaba al esclavo y al señor; el hombre del
pueblo sufría la misma pena que el rey.


12 Todos a la vez contaban con muertos innumerables abatidos por
un mismo género de muerte. Los vivos no se bastaban a darles
sepultura,
como que, de un solo golpe, había caído la flor de su descendencia.

13 Mantenidos en absoluta incredulidad por los artificios de la magia,
acabaron por confesar, ante la muerte de sus primogénitos, que aquel
pueblo era hijo de Dios.

14 Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se
encontraba en la mitad de su carrera,

15 tu Palabra omnipotente, cual implacable guerrero, saltó del cielo,
desde el trono real, en medio de una tierra condenada al exterminio.
Empuñando como afilada espada tu decreto irrevocable,

16 se detuvo y sembró la muerte por doquier; y tocaba el cielo
mientras pisaba la tierra.

17 Entonces, de repente, sueños y horribles visiones les sobresaltaron,
les sobrevinieron terrores imprevistos.

18 Aquí y allá tendidos, ya moribundos, daban a conocer la causa de
su muerte,

19 pues los sueños que les habían pertubado, se lo habían indicado a
tiempo para que no muriesen sin saber la razón de su desgracia.

20 También a los justos les alcanzó la prueba de la muerte; una
multitud de ellos pereció en el desierto. Pero no duró la Cólera
mucho
tiempo,

21 que pronto un hombre irreprochable salió en su defensa. Con las
armas de su propio ministerio, la oración y el incienso expiatorio,
se
enfrentó a la ira y dio fin a la plaga, mostrando con ello que era en verdad
siervo tuyo.

22 Y venció a la Cólera no con la fuerza de su cuerpo, ni con el poder
de las armas, sino que sometió con su palabra al que traía el
castigo
recordándole los juramentos hechos a los Padres y las alianzas.

23 Cuando ya los muertos, unos sobre otros, yacían hacinados, frenó,
interponiéndose, el avance de la Cólera y le cerró el camino hacia los que
todavía vivían.

24 Llevaba en su vestido talar el mundo entero, grabados en cuatro
hileras de piedras los nombres gloriosos de los Padres y tu majestad en la
diadema de su cabeza.

25 Ante esto, el Exterminador cedió y se atemorizó; pues era
suficiente la sola experiencia de tu Cólera.