Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Baruc 6, 35-66

35 Jamás libran a un hombre de la muerte, ni arrancan al débil de
las
manos del poderoso.


36 No pueden devolver la vista al ciego, ni liberar al hombre que se halla
en necesidad.

37 No tienen piedad de la viuda ni hacen bien al huérfano.

38 A los peñasos sacados del monte se parecen esos maderos recubiertos
de oro y plata, y sus servidores quedan en vergüenza.

39 ¿Cómo, pues, se puede creer o afirmar que son dioses?

40 Más aún, los mismos caldeos los desacreditan cuando, al ver a un mudo
que no puede hablar, lo llevan donde Bel, pidiéndole que le devuelva el habla,
como si este dios pudiera percibir.

41 Y no pueden ellos, que piensan, abandonar a sus dioses que no sienten

nada.

42 Las mujeres, ceñidas de cuerdas, se sientan junto a los casminos

quemando como incienso el salvado,

43 y, cuando una de ellas, solicitada por algún transeúnte, se acuesta con
él, reprocha a su vecina de no haber sido hallada digna como ella y de no haber
sido rota su cuerda.

44 Todo lo que se hace en honor de ellos es engaño. ¿Cómo, pues, se puede
creer o afirmar que son dioses?

45 Han sido fabricados por artesanos y orfebres, y no son cosa que lo que
sus artífices quieren que sean.

46 Los mismos que los han fabricado no duran mucho tiempo; ¿cómo,
pues, van a ser dioses las cosas fabricadas por ellos?

47 Sólo mentira y oprobio han dejado a su posteridad.

48 Y cuando les sobrevienen guerras o calamidades, los
sacerdotes
deliberan entre sí dónde esconderse con ellos.

49 ¿Cómo, pues, no darse cuenta de que no son dioses los que no pueden
salvarse a sí mismos de la guerra ni de las calamidades?

50 No siendo otra cosa que madera dorada y plateada, se reconocer
reconocerá más tarde que no son más que mentira. Para todos, naciones y reyes,
quedará claro que no son dioses, sino obras de manos de hombres, y que no hay
en ellos obra alguna de un dios.

51 ¿A quién, pues, no parecerá evidente que no son dioses?

52 No pueden poner rey en un país, ni dar a los hombres la lluvia.

53 No saben juzgar sus pleitos, ni liberar y proteger al agraviado, porque
son incapaces; como cornejas son entre el cielo y la tierra.

54 Pues si llega a prender el fuego en la casa de esos dioses de
madera,
dorados y plateados, sus sacerdotes escaparán y se pondrán a salvo,
pero ellos
serán, como postes, presa de las llamas.

55 Tampoco pueden resistir a rey ni a ejército enemigo.
56 ¿Cómo pues, admitir o creer que son dioses?

57 Ni de ladrones y salteadores pueden defenderse estos dioses de madera,
plateados y dorados; aquéllos, más fuertes que ellos, les quitan el oro, la
plata y


la vestimenta que los recubre, y se van con ello, sin que los
dioses puedan
socorrerse a sí mismos.

58 De modo que es mucho mejor ser un rey que ostenda su poder, o
un
utensilio provechoso en una casa, del cual se sirve su dueño, que no estos
falsos
dioses; o una puerta en una casa, que guarda cuanto hay dentro de ella, que no
estos falsos dioses; o bien un poste de madera en un palacio, que no estos
falsos
dioses.

59 El sol, la luna y las estrellas, que brillan y tienen una
misión, son
obedientes:

60 igualmente el relámpago, cuando aparece, es bien visible; asimismo el
viento sopla en todo país;

61 las nubes, cuando reciben de Dios la orden de recorrer toda la tierra, la
ejecutan al punto; y el fuego, enviado de lo alto a consumir montes y bosques,
hace lo que se le ha ordenado.

62 Pero aquéllos no pueden compararse a ninguna de estas cosas, ni
en
presencia, ni en potentia.

63 Así que no se puede creer ni afirmar que sean dioses, puesto que no son
capaces de hacer justicia ni de proporcionar bien alguno a los hombres.

64 Sabiendo, pues, que no son dioses, no les temáis.

65 Tampoco pueden maldecir ni bendecir a los reyes;

66 ni hacer ver a las naciones señales en el cielo; ni resplandecen como el
sol, ni alumbran como la luna.