Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Lucas 1

1 Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas
que se han verificado entre nosotros,

2 tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron
testigos oculares y servidores de la Palabra,

3 he decidido yo también, después de haber investigado
diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden,
ilustre
Teófilo,

4 para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado
Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón,
que se llamaba Isabel;

6 los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los
mandamientos y preceptos del Señor.

7 No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada

edad.


8 Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su
grupo,

9 le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el
Santuario del Señor para quemar el incienso.

10 Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del
incienso.

11 Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del
incienso.

12 Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él.

13 El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido
escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás
por
nombre Juan;

14 será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento,
15 porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor;
estará

lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre,

16 y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios,
17 e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, = para hacer

volver los corazones de los padres a los hijos, = y a los
rebeldes a la
prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.»

18 Zacarías dijo al ángel: = «¿En qué lo conoceré? = Porque yo soy
viejo y mi mujer avanzada en edad.»

19 El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios,
y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva.

20 Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que
sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se
cumplirán a su tiempo.»

21 El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su
demora en el Santuario.

22 Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había
tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y
permaneció
mudo.

23 Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue
a su casa.

24 Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta
durante cinco meses

25 diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en
que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres.»

26 Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret,

27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de
David; el nombre de la virgen era María.

28 Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo.»

29 Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría
aquel saludo.


30 El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia
delante de Dios;

31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás
por nombre Jesús.

32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le
dará el trono de David, su padre;

33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá

fin.»

34 María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no

conozco varón?»

35 El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo
y será llamado Hijo de Dios.

36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez,
y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril,

37 = porque ninguna cosa es imposible para Dios.» =

38 Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

39 En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la
región montañosa, a una ciudad de Judá;

40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

41 Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de
gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;

42 y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu seno;

43 y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?

44 Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo
el niño en mi seno.

45 ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor!»

46 Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor
47 y mi espíritu = se alegra en Dios mi salvador =

48 porque = ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, = por eso
desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,

49 porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, = Santo es su
nombre =

50 = y su misericordia alcanza de generación en generación a los que
le temen. =

51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en
su propio corazón.

52 = Derribó a los potentados = de sus tronos = y exaltó a los
humildes. =

53 = A los hambrientos colmó de bienes = y despidió a los ricos sin

nada.

54 = Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia =


55 - como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y
de su linaje por los siglos.»

56 María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
57 Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo.

58 Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran
misericordia, y se congratulaban con ella.

59 Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían
ponerle el nombre de su padre, Zacarías,

60 pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar
Juan.»

61 Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre.»
62 Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase.
63 El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Y todos

quedaron admirados.

64 Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a

Dios.

65 Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de

Judea se comentaban todas estas cosas;

66 todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues

¿qué será este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.

67 Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó
diciendo:

68 = «Bendito el Señor Dios de Israel = porque ha visitado y =
redimido a su pueblo. =

69 y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su
siervo,

70 como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus
santos profetas,

71 que nos salvaría de nuestros = enemigos y de las manos de = todos

= los que nos odiaban =

72 haciendo = misericordia = a = nuestros padres y recordando su =
santa = alianza =

73 y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos
74 que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor

75 en santidad y justicia delante de él todos nuestros días.

76 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante =
del Señor = para = preparar sus caminos =

77 y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus
pecados,

78 por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos
visite una Luz de la altura,

79 a fin de iluminar = a los que habitan en tinieblas y sombras de
muerte = y guiar nuestros pasos por el = camino de la paz.» =

80 El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta
el día de su manifestación a Israel.


Lucas 2

1 Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto
ordenando que se empadronase todo el mundo.

2 Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria
Cirino.

3 Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.

4 Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea,
a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de
David,

5 para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.

6 Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días
del alumbramiento,

7 y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó
en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.

8 Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y
vigilaban por turno durante la noche su rebaño.

9 Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió
en su luz; y se llenaron de temor.

10 El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que
lo será para todo el pueblo:

11 os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el
Cristo Señor;

12 y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales
y acostado en un pesebre.»

13 Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial,
que alababa a Dios, diciendo:

14 «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres
en
quienes él se complace.»

15 Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo,
los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos
lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.»

16 Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al
niño
acostado en el pesebre.

17 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel

niño;

18 y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les

decían.

19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en
su corazón.

20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo
lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el
nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.

22 Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la
Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor,


23 como está escrito en la Ley del Señor: = Todo varón primogénito
será consagrado al Señor =

24 y para ofrecer en sacrificio = un par de tórtolas o dos pichones =,
conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

25 Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este
hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en
él el Espíritu Santo.

26 Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte
antes de haber visto al Cristo del Señor.

27 Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres
introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él,

28 le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

29 «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se
vaya en paz;

30 porque han visto mis ojos tu salvación,

31 la que has preparado a la vista de todos los pueblos,

32 luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»

33 Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él.

34 Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para
caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -

35 ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que
queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»

36 Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de
Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su
marido,

37 y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba
del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.

38 Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y
hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

39 Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor,
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

40 El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia
de Dios estaba sobre él.

41 Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.
42 Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la

fiesta

43 y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en

Jerusalén, sin saberlo su padres.

44 Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de
camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos;

45 pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

46 Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo
sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles;

47 todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus
respuestas.


48 Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo:

«Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo,
angustiados, te
andábamos buscando.»

49 El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía
estar en la casa de mi Padre?»

50 Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.

51 Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre
conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

52 Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y
ante los hombres.

Lucas 3

1 En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato
procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su
hermano,
tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene;

2 en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a
Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

3 Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de
conversión para perdón de los pecados,

4 como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: = Voz
del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus
sendas; =

5 = todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo
tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. =

6 = Y todos verán la salvación de Dios. =

7 Decía, pues, a la gente que acudía para ser bautizada por él: «Raza
de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?

8 Dad, pues, frutos dignos de conversión, y no andéis diciendo en
vuestro interior: “Tenemos por padre a Abraham”; porque os digo que
puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham.

9 Y ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no
dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.»

10 La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?»

11 Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el
que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.»

12 Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro,

¿qué debemos hacer?»

13 El les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado.»

14 Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos
hacer?» El les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis
denuncias
falsas, y contentaos con vuestra soldada.»

15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus
corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo;

16 respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero
viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de
sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.


17 En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en
su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.»

18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena
Nueva.

19 Pero Herodes, el tetrarca, reprendido por él a causa de Herodías, la
mujer de su hermano, y a causa de todas las malas acciones que
había
hecho,

20 añadió a todas ellas la de encerrar a Juan en la cárcel.

21 Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado
también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo,

22 y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una
paloma; y vino una voz del cielo: = «Tú eres mi hijo; yo hoy te
he
engendrado.» =

23 Tenía Jesús, al comenzar, unos treinta años, y era según se creía
hijo de José, hijo de Helí,

24 hijo de Mattat, hijo de Leví, hijo de Melkí, hijo de Jannái, hijo de

José,

25 hijo de Mattatías, hijo de Amós, hijo de Naúm, hijo de Eslí, hijo de

Nangay,

26 hijo de Maaz, hijo de Mattatías, hijo de Semeín, hijo de Josec, hijo
de Jodá,

27 hijo de Joanán, hijo de Resá, hijo de Zorobabel, hijo de
Salatiel,
hijo de Nerí,

28 hijo de Melkí, hijo de Addí, hijo de Cosam, hijo de Elmadam, hijo
de Er,

29 hijo de Jesús, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Mattat, hijo de

Leví,

30 hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonam, hijo de

Eliaquim,

31 hijo de Meleá, hijo de Menná, hijo de Mattatá, hijo de Natán, hijo
de David,

32 hijo de Jesé, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Sala, hijo de
Naassón,

33 hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arní, hijo de Esrom, hijo
de Fares, hijo de Judá,

34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Tara, hijo de
Najor,

35 hijo de Serug, hijo de Ragáu, hijo de Fálek, hijo de Eber, hijo de

Sala,

36 hijo de Cainam, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de

Lámek,

37 hijo de Matusalén, hijo de Henoc, hijo de Járet, hijo de Maleleel,
hijo de Cainam,

38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adam, hijo de Dios.
Lucas 4


1 Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido
por el Espíritu en el desierto,

2 durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en
aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre.

3 Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que
se convierta en pan.»

4 Jesús le respondió: «Esta escrito: = No sólo de pan vive el hombre.»

=

5 Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de

la tierra;

6 y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos,
porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero.

7 Si, pues, me adoras, toda será tuya.»

8 Jesús le respondió: «Esta escrito: = Adorarás al Señor tu Dios y sólo
a él darás culto.» =

9 Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo:

«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo;

10 porque está escrito: = A sus ángeles te encomendará para que te
guarden. =

11 Y: = En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra
alguna.» =

12 Jesús le respondió: «Está dicho: = No tentarás al Señor tu Dios.» =
13 Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo

oportuno.

14 Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se
extendió por toda la región.

15 El iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos.

16 Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró
en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura.

17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el
volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:

18 = El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para
anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los
oprimidos =

19 = y proclamar un año de gracia del Señor. =

20 Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la
sinagoga todos los ojos estaban fijos en él.

21 Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se
ha cumplido hoy.»

22 Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras
llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el
hijo de
José?»

23 El les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate
a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo
también aquí en tu patria.»


24 Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido
en su patria.»

25 «Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de
Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo
gran
hambre en todo el país;

26 y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a = una mujer viuda de
Sarepta de Sidón. =

27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y
ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.»

28 Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira;

29 y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una
altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad,
para
despeñarle.

30 Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

31 Bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.

32 Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con
autoridad.

33 Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un
demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces:

34 «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has
venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»

35 Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él.» Y el
demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño.

36 Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra
ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen.»

37 Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.

38 Saliendo de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de
Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella.

39 Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la
dejó;
ella, levantándose al punto, se puso a servirles.

40 A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas
dolencias se los llevaban; y, poniendo él las manos sobre cada uno de ellos,
los curaba.

41 Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres
el Hijo de Dios.» Pero él, conminaba y no les permitía hablar,
porque
sabían que él era el Cristo.

42 Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le
andaba buscando y, llegando donde él, trataban de retenerle para que no les
dejara.

43 Pero él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la
Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado.»

44 E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Lucas 5

1 Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre
él para oír la Palabra de Dios,


2 cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los
pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes.

3 Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se
alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a
la
muchedumbre.

4 Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad
vuestras redes para pescar.»

5 Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche
y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.»

6 Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las
redes amenazaban romperse.

7 Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran
en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que
casi se
hundían.

8 Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo:

«Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.»

9 Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él
estaban, a causa de los peces que habían pescado.

10 Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran
compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás
pescador de hombres.»

11 Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.

12 Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre
cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y
le rogó
diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»

13 El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al
instante le desapareció la lepra.

14 Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete,
muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió
Moisés para que les sirva de testimonio.»

15 Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía
para oírle y ser curados de sus enfermedades.

16 Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.

17 Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y
doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de
Galilea y
Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones.

18 En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y
trataban de introducirle, para ponerle delante de él.

19 Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud,
subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las
tejas, y le
pusieron en medio, delante de Jesús.

20 Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan
perdonados.»

21 Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que
dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?»


22 Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis
pensando en vuestros corazones?

23 ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te quedan perdonados”, o
decir: “Levántate y anda”?

24 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder
de perdonar pecados, - dijo al paralítico -: “A ti te digo, levántate, toma tu
camilla y vete a tu casa”.»

25 Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que
yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios.

26 El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de
temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.»

27 Después de esto, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado
en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.»

28 El, dejándolo todo, se levantó y le siguió.

29 Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número
de publicanos, y de otros que estaban a la mesa con ellos.

30 Los fariseos y sus escribas murmuraban diciendo a los discípulos:

«¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?»

31 Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos,
sino los que están mal.

32 No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores.»

33 Ellos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y
recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos
comen y
beben.»

34 Jesús les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la
boda mientras el novio está con ellos?

35 Días vendrán en que les será arrebatado el novio;
entonces
ayunarán en aquellos días.»

36 Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo
para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y
al viejo no le iría el remiendo del nuevo.

37 «Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo,
el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se
echarían a perder;

38 sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos.

39 Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque
dice: «El añejo es el bueno.»

Lucas 6

1 Sucedió que cruzaba en sábado por unos sembrados; sus discípulos
arrancaban y comían espigas desgranándolas con las manos.

2 Algunos de los fariseos dijeron: «¿Por qué hacéis lo que no es lícito
en sábado?»

3 Y Jesús les respondió: «¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David,
cuando sintió hambre él y los que le acompañaban,


4 cómo entró en la Casa de Dios, y tomando los panes de la presencia,
que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió él y dio a los que le
acompañaban?»

5 Y les dijo: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»

6 Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a
enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca.

7 Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado,
para encontrar de qué acusarle.

8 Pero él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la
mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio.» El, levantándose, se
puso
allí.

9 Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer
el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla.»

10 Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano.» El lo hizo, y
quedó restablecida su mano.

11 Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.

12 Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la
noche en la oración de Dios.

13 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de
entre ellos, a los que llamó también apóstoles.

14 A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago
y Juan, a Felipe y Bartolomé,

15 a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes;
16 a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.
17 Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran

multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda
Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón,

18 que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y
los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados.

19 Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que
sanaba a todos.

20 Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos,
decía:

«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.

21 Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis
saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.

22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os
expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del
Hijo del hombre.

23 Alegráos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será
grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.

24 «Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro
consuelo.

25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis
hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.

26 ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de
ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.


27 «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os odien,

28 bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen.

29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que
te quite el manto, no le niegues la túnica.

30 A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames.
31 Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros

igualmente.

32 Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los
pecadores aman a los que les aman.

33 Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis?

¡También los pecadores hacen otro tanto!

34 Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito
tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo
correspondiente.

35 Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin
esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del
Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.

36 «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.

37 No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis
condenados; perdonad y seréis perdonados.

38 Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante
pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con
que
midáis se os medirá.»

39 Les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No
caerán los dos en el hoyo?

40 No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien
formado, será como su maestro.

41 ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y
no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?

42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que saque la
brizna que hay en tu ojo”, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo?
Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar
la brizna que hay en el ojo de tu hermano.

43 «Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no
hay árbol malo que dé fruto bueno.

44 Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los
espinos, ni de la zarza se vendimian uvas.

45 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el
malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su
boca.

46 «¿Por qué me llamáis: “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?

47 «Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en
práctica, os voy a mostrar a quién es semejante:

48 Es semejante a un hombre que, al edificar una casa,
cavó
profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir
una


inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla
por estar bien edificada.

49 Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es semejante a
un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra
la que
rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella
casa.»

Lucas 7

1 Cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró
en Cafarnaúm.

2 Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión,
muy querido de éste.

3 Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los
judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo.

4 Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo:

«Merece que se lo concedas,

5 porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la
sinagoga.»

6 Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el
centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy
digno de que entres bajo mi techo,

7 por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro.

Mándalo de palabra, y quede sano mi criado.

8 Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis
órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo:
“Haz esto”, y lo hace.»

9 Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la
muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe
tan grande.»

10 Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.

11 Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e
iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre.

12 Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un
muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha
gente de la ciudad.

13 Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores.»

14 Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él
dijo: «Joven, a ti te digo: Levántate.»

15 El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él = se lo dio
a su
madre. =

16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un
gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a
su
pueblo».

17 Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la
región circunvecina.


18 Sus discípulos llevaron a Juan todas estas noticias. Entonces él,
llamando a dos de ellos,

19 los envió a decir al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos
esperar a otro?»

20 Llegando donde él aquellos hombres, dijeron: «Juan el Bautista nos
ha enviado a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?»

21 En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y
dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos.

22 Y les respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y
oído:
Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los
sordos
oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva;

23 ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!»

24 Cuando los mensajeros de Juan se alejaron, se puso a hablar de
Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por
el viento?

25 ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido?

¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los
palacios.

26 Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que
un profeta.

27 Este es de quien está escrito: = He aquí que envío mi mensajero
delante de ti, que preparará por delante tu camino. =

28 «Os digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que
Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.

29 Todo el pueblo que le escuchó, incluso los publicanos,
reconocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo
de
Juan.

30 Pero los fariseos y los legistas, al no aceptar el bautismo de
él,
frustraron el plan de Dios sobre ellos.

31 «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y

¿a quién se parecen?

32 Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se
gritan unos a otros diciendo: “Os hemos tocado la flauta, y no
habéis
bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado.”

33 «Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía
vino, y decís: “Demonio tiene.”

34 Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Ahí
tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.”

35 Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos.»

36 Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del
fariseo, se puso a la mesa.

37 Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que
estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro
de
perfume,


38 y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus
lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba;
besaba sus pies y los ungía con el perfume.

39 Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste
fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando,
pues es una pecadora.»

40 Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte.» El dijo: «Di,
maestro.»

41 Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el
otro cincuenta.

42 Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le
amará más?»

43 Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.» El
le dijo: «Has juzgado bien»,

44 y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer?
Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en
cambio, ha
mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos.

45 No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de
besarme los pies.

46 No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con
perfume.

47 Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados,
porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor
muestra.»

48 Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.»

49 Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste que
hasta perdona los pecados?»

50 Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz.»

Lucas 8

1 Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos,
proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios;
le
acompañaban los Doce,

2 y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y
enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete
demonios,

3 Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras
muchas que les servían con sus bienes.

4 Habiéndose congregado mucha gente, y viniendo a él de todas las
ciudades, dijo en parábola:

5 «Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte
cayó a lo largo del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron;

6 otra cayó sobre piedra, y después de brotar, se secó, por no
tener
humedad;

7 otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la
ahogaron.


8 Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado.»
Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»

9 Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola,

10 y él dijo: «A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del
Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que = viendo, no vean y,
oyendo, no entiendan. =

11 «La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios.
12 Los de a lo largo del camino, son los que han oído; después viene

el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven.

13 Los de sobre piedra son los que, al oír la Palabra, la reciben con
alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de
la prueba desisten.

14 Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo
de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los
placeres de la vida, y no llegan a madurez.

15 Lo que en buena tierra, son los que, después de haber oído,
conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto
con
perseverancia.

16 «Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone
debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que
entren vean la luz.

17 Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que
no venga a ser conocido y descubierto.

18 Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no
tenga, aun lo que crea tener se le quitará.»

19 Se presentaron donde él su madre y sus hermanos, pero no podían
llegar hasta él a causa de la gente.

20 Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren
verte.»

21 Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que
oyen la Palabra de Dios y la cumplen.»

22 Sucedió que cierto día subió a una barca con sus discípulos, y les
dijo: «Pasemos a la otra orilla del lago.» Y se hicieron a la mar.

23 Mientras ellos navegaban, se durmió. Se abatió sobre el lago una
borrasca; se inundaba la barca y estaban en peligro.

24 Entonces, acercándose, le despertaron, diciendo: «¡Maestro,
Maestro, que perecemos!» El, habiéndose despertado, increpó al viento y al
oleaje, que amainaron, y sobrevino la bonanza.

25 Entonces les dijo: «¿Dónde está vuestra fe?» Ellos, llenos de temor,
se decían entre sí maravillados: «Pues ¿quién es éste, que impera a
los
vientos y al agua, y le obedecen?»

26 Arribaron a la región de los gerasenos, que está frente a Galilea.

27 Al saltar a tierra, vino de la ciudad a su encuentro un hombre,
poseído por los demonios, y que hacía mucho tiempo que no llevaba
vestido, ni moraba en una casa, sino en los sepulcros.


28 Al ver a Jesús, cayó ante él, gritando con gran voz: «¿Qué tengo yo
contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te suplico que no me atormentes.»

29 Es que él había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel
hombre; pues en muchas ocasiones se apoderaba de él; le sujetaban con
cadenas y grillos para custodiarle, pero rompiendo las
ligaduras era
empujado por el demonio al desierto.

30 Jesús le preguntó: «¿Cuál es tu nombre? «El contestó: «Legión»;
porque habían entrado en él muchos demonios.

31 Y le suplicaban que no les mandara irse al abismo.

32 Había allí una gran piara de puercos que pacían en el monte; y le
suplicaron que les permitiera entrar en ellos; y se lo permitió.

33 Salieron los demonios de aquel hombre y entraron en los puercos;
y la piara se arrojó al lago de lo alto del precipicio, y se ahogó.

34 Viendo los porqueros lo que había pasado, huyeron y lo contaron
por la ciudad y por las aldeas.

35 Salieron, pues, a ver lo que había ocurrido y, llegando donde Jesús,
encontraron al hombre del que habían salido los demonios, sentado, vestido
y en su sano juicio, a los pies de Jesús; y se llenaron de temor.

36 Los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el
endemoniado.

37 Entonces toda la gente del país de los gerasenos le rogaron que se
alejara de ellos, porque estaban poseídos de gran temor. El, subiendo a la
barca, regresó.

38 El hombre de quien habían salido los demonios, le pedía estar con
él; pero le despidió, diciendo:

39 «Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo.» Y
fue por toda la ciudad proclamando todo lo que Jesús había hecho con él.

40 Cuando regresó Jesús, le recibió la muchedumbre, pues todos le
estaban esperando.

41 Y he aquí que llegó un hombre, llamado Jairo, que era jefe de la
sinagoga, y cayendo a los pies de Jesús, le suplicaba entrara en su casa,

42 porque tenía una sola hija, de unos doce años, que
estaba
muriéndose. Mientras iba, las gentes le ahogaban.

43 Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce
años, y que no había podido ser curada por nadie,

44 se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, y al punto se le paró
el flujo de sangre.

45 Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» Como todos negasen, dijo
Pedro: «Maestro, las gentes te aprietan y te oprimen.»

46 Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una
fuerza ha salido de mí.»

47 Viéndose descubierta la mujer, se acercó temblorosa, y postrándose
ante él, contó delante de todo el pueblo por qué razón le había
tocado, y
cómo al punto había sido curada.

48 El le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz.»


49 Estaba todavía hablando, cuando uno de casa del jefe de la
sinagoga llega diciendo: «Tu hija está muerta. No molestes ya al Maestro.»

50 Jesús, que lo oyó, le dijo: «No temas; solamente ten fe y se
salvará.»

51 Al llegar a la casa, no permitió entrar con él más que a Pedro, Juan
y Santiago, al padre y a la madre de la niña.

52 Todos la lloraban y se lamentaban, pero él dijo: «No lloréis, no ha
muerto; está dormida.»

53 Y se burlaban de él, pues sabían que estaba muerta.

54 El, tomándola de la mano, dijo en voz alta: «Niña, levántate.»

55 Retornó el espíritu a ella, y al punto se levantó; y él mandó que le
dieran a ella de comer.

56 Sus padres quedaron estupefactos, y él les ordenó que a nadie
dijeran lo que había pasado.

Lucas 9

1 Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los
demonios, y para curar enfermedades;

2 y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar.

3 Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni
pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno.

4 Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis
de allí.

5 En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad,
sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.»

6 Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y
curando por todas partes.

7 Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba
perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los
muertos;

8 otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos
profetas había resucitado.

9 Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien
oigo tales cosas?» Y buscaba verle.

10 Cuando los apóstoles regresaron, le contaron cuanto habían hecho.
Y él, tomándolos consigo, se retiró aparte, hacia una ciudad llamada
Betsaida.

11 Pero las gentes lo supieron, y le siguieron; y él, acogiéndolas, les
hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de
ser curados.

12 Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le
dijeron: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas
del
contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar
deshabitado.»


13 El les dijo: «Dadles vosotros de comer.» Pero ellos respondieron:

«No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos
nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.»

14 Pues había como 5.000 hombres. El dijo a sus discípulos: «Haced
que se acomoden por grupos de unos cincuenta.»

15 Lo hicieron así, e hicieron acomodarse a todos.

16 Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los
ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando
a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente.

17 Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les
habían sobrado: doce canastos.

18 Y sucedió que mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él
los discípulos y él les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»

19 Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías;
otros, que un profeta de los antiguos había resucitado.»

20 Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó:

«El Cristo de Dios.»

21 Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie.

22 Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por
los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al
tercer día.»

23 Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día, y sígame.

24 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su
vida por mí, ése la salvará.

25 Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si
él mismo se pierde o se arruina?

26 Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se
avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la
de su
Padre y en la de los santos ángeles.

27 «Pues de verdad os digo que hay algunos, entre los aquí presentes,
que no gustarán la muerte hasta que vean el Reino de Dios.»

28 Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó
consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar.

29 Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y
sus vestidos eran de una blancura fulgurante,

30 y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y
Elías;

31 los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a
cumplir en Jerusalén.

32 Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero
permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban
con él.

33 Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús:

«Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía.


34 Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió
con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor.

35 Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi
Elegido; escuchadle.»

36 Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos
callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
37 Sucedió que al día siguiente, cuando bajaron del monte, le salió al

encuentro mucha gente.

38 En esto, un hombre de entre la gente empezó a gritar: «Maestro, te
suplico que mires a mi hijo, porque es el único que tengo,

39 y he aquí que un espíritu se apodera de él y de pronto empieza a
dar gritos, le hace retorcerse echando espuma, y difícilmente se aparta de él,
dejándole quebrantado.

40 He pedido a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.»
41 Respondió Jesús: «¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta

cuándo estaré con vosotros y habré de soportaros? ¡Trae acá a tu hijo!»

42 Cuando se acercaba, el demonio le arrojó por tierra y le agitó
violentamente; pero Jesús increpó al espíritu inmundo, curó al niño y
lo
devolvió a su padre;

43 y todos quedaron atónitos ante la grandeza de Dios. Estando todos
maravillados por todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:

44 «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a
ser entregado en manos de los hombres.»

45 Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo
que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.

46 Se suscitó una discusión entre ellos sobre quién de ellos sería
el
mayor.

47 Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño,
le puso a su lado,

48 y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe;
y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues
el más
pequeño de entre vosotros, ése es mayor.»

49 Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que
expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no
viene con nosotros.»

50 Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra
vosotros, está por vosotros.»

51 Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él
se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén,

52 y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un
pueblo de samaritanos para prepararle posada;

53 pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén.

54 Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres
que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?»

55 Pero volviéndose, les reprendió;
56 y se fueron a otro pueblo.


57 Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera
que vayas.»

58 Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo
nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»

59 A otro dijo: «Sígueme.» El respondió: «Déjame ir primero a
enterrar a mi padre.»

60 Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú
vete a anunciar el Reino de Dios.»

61 También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes
despedirme de los de mi casa.»

62 Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia
atrás es apto para el Reino de Dios.»

Lucas 10

1 Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en
dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.

2 Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al
Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

3 Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos.

4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el
camino.

5 En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa.”

6 Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no,
se volverá a vosotros.

7 Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan,
porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa.

8 En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan;

9 curad los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios
está cerca de vosotros.”

10 En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus
plazas y
decid:

11 “Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies,
os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca.”

12 Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para
aquella ciudad.

13 «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y
en
Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo
ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido.

14 Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para
vosotras.

15 Y tú, Cafarnaúm, = ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el
Hades te hundirás! =

16 «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros
os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me
ha enviado.»


17 Regresaron los 72 alegres, diciendo: «Señor, hasta los demonios se
nos someten en tu nombre.»

18 El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

19 Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones,
y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño;

20 pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de
que vuestros nombres estén escritos en los cielos.»

21 En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y
dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque
has
ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado
a
pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.

22 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es
el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el
Hijo se lo quiera revelar.»

23 Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos
que ven lo que veis!

24 Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que
vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero
no lo
oyeron.»

25 Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que
he de hacer para tener en herencia vida eterna?»

26 El le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?»

27 Respondió: = «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma, con todas tus fuerzas = y con toda tu mente; = y a tu prójimo
como a ti mismo.» =

28 Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás.»

29 Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi
prójimo?»

30 Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó
en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron
dejándole medio muerto.

31 Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio
un rodeo.

32 De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un
rodeo.

33 Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle
tuvo compasión;

34 y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y
montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de
él.

35 Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y
dijo: “Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.”

36 ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en
manos de los salteadores?»

37 El dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús:

«Vete y haz tú lo mismo.»


38 Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada
Marta, le recibió en su casa.

39 Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del
Señor, escuchaba su Palabra,

40 mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres.
Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me
deje
sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.»

41 Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por
muchas cosas;

42 y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la
parte buena, que no le será quitada.»

Lucas 11

1 Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le
dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a
sus discípulos.»

2 El les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre,
venga tu Reino,

3 danos cada día nuestro pan cotidiano,

4 y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros
perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.»

5 Les dijo también: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a
él a medianoche, le dice: “Amigo, préstame tres panes,

6 porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué
ofrecerle”,

7 y aquél, desde dentro, le responde: “No me molestes; la puerta ya
está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo
levantarme a
dártelos”,

8 os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al
menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.»

9 Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os
abrirá.

10 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama,
se le abrirá.

11 ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez,
en
lugar de un pez le da una culebra;

12 o, si pide un huevo, le da un escorpión?

13 Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros
hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo
pidan!»

14 Estaba expulsando un demonio que era mudo; sucedió que, cuando
salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y las gentes se admiraron.

15 Pero algunos de ellos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los
demonios, expulsa los demonios.»

16 Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo.


17 Pero él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino
dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae.

18 Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va
a subsistir su reino?.. porque decís que yo expulso los demonios por
Beelzebul.

19 Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan
vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces.

20 Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha
llegado a vosotros el Reino de Dios.

21 Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes
están en seguro;

22 pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en
las que estaba confiado y reparte sus despojos.»

23 «El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge
conmigo, desparrama.

24 «Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por
lugares áridos, en busca de reposo; y, al no encontrarlo, dice: “Me volveré a
mi casa, de donde salí.”

25 Y al llegar la encuentra barrida y en orden.

26 Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se
instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio.»

27 Sucedió que, estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer
de entre la gente, y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te
criaron!»

28 Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y
la guardan.»

29 Habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: «Esta generación es
una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la
señal de Jonás.

30 Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el
Hijo del hombre para esta generación.

31 La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de
esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines
de la
tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón.

32 Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la
condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí
hay algo más que Jonás.

33 «Nadie enciende una lámpara y la pone en sitio oculto, ni bajo el
celemín, sino sobre el candelero, para que los que entren vean el resplandor.

34 La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano,
también todo tu cuerpo está luminoso; pero cuando está malo, también tu
cuerpo está a oscuras.

35 Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea oscuridad.

36 Si, pues, tu cuerpo está enteramente luminoso, no teniendo parte
alguna oscura, estará tan enteramente luminoso, como cuando la lámpara te
ilumina con su fulgor.»


37 Mientras hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él;
entrando, pues, se puso a la mesa.

38 Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las
abluciones antes de comer.

39 Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por
fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de
rapiña y
maldad.

40 ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior?

41 Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán
puras para vosotros.

42 Pero, ¡ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la
menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor
a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello.

43 ¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las
sinagogas y que se os salude en las plazas!

44 ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre
los que andan los hombres sin saberlo!»

45 Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas,
también nos injurias a nosotros!»

46 Pero él dijo: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a
los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con
uno de
vuestros dedos!

47 «¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que
vuestros padres mataron!

48 Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros
padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis.

49 «Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas
y
apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán,

50 para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos
los profetas derramada desde la creación del mundo,

51 desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció
entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta
generación.

52 «¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la
ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo
habéis
impedido.»

53 Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a
acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas,

54 buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.

Lucas 12

1 En esto, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse
unos a otros, se puso a decir primeramente a sus discípulos: «Guardaos de
la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.

2 Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no
haya de saberse.


3 Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que
hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los
terrados.

4 «Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el
cuerpo, y después de esto no pueden hacer más.

5 Os mostraré a quién debéis temer: temed a Aquel que, después de
matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése.

6 «¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de
ellos está olvidado ante Dios.

7 Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No
temáis; valéis más que muchos pajarillos.

8 «Yo os digo: Por todo el que se declare por mí ante los hombres,
también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios.

9 Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante
de los ángeles de Dios.

10 «A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le
perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le
perdonará.

11 Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las
autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o
qué
diréis,

12 porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo
que conviene decir.»

13 Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la
herencia conmigo.»

14 El le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o
repartidor entre vosotros?»

15 Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la
abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.»

16 Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron
mucho fruto;

17 y pensaba entre sí, diciendo: “¿Qué haré, pues no tengo donde
reunir mi cosecha?”

18 Y dijo: “Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré
otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes,

19 y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para
muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea.”

20 Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el
alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?”

21 Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a
Dios.»

22 Dijo a sus discípulos: «Por eso os digo: No andéis preocupados por
vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis:

23 porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el
vestido;


24 fijaos en los cuervos: ni siembran, ni cosechan; no tienen bodega ni
granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!

25 Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe,
añadir un codo a la medida de su vida?

26 Si, pues, no sois capaces ni de lo más pequeño, ¿por
qué
preocuparos de lo demás?

27 Fijaos en los lirios, cómo ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que ni
Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos.

28 Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al
horno, Dios así la viste ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe!

29 Así pues, vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y
no estéis inquietos.

30 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya
sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso.

31 Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura.
32 «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido

bien daros a vosotros el Reino.

33 «Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se
deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la
polilla;

34 porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón.

35 «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas,

36 y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda,
para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran.

37 Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo
os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro,
les servirá.

38 Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así,

¡dichosos de ellos!

39 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir
el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa.

40 También vosotros estad preparados, porque en el momento que no
penséis, vendrá el Hijo del hombre.»

41 Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para
todos?»

42 Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y
prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a
su tiempo su ración conveniente?

43 Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar,
encuentre
haciéndolo así.

44 De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda.

45 Pero si aquel siervo se dice en su corazón: “Mi señor tarda en
venir”, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y
a emborracharse,


46 vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el
momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.

47 «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha
preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos
azotes;

48 el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a
quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho,
se le pedirá más.

49 «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que
ya estuviera encendido!

50 Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy
hasta que se cumpla!

51 «¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro,
sino división.

52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos;
tres contra dos, y dos contra tres;

53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la
madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la
nuera contra la suegra.»

54 Decía también a la gente: «Cuando veis una nube que se levanta en
el occidente, al momento decís: “Va a llover”, y así sucede.

55 Y cuando sopla el sur, decís: “Viene bochorno”, y así sucede.

56 ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo,

¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?

57 «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?

58 Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el
camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y
el juez te
entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel.

59 Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último
céntimo.

Lucas 13

1 En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los
galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios.

2 Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores
que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas?

3 No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo
modo.

4 O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé
matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que
habitaban en Jerusalén?

5 No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo
modo.»

6 Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su
viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró.


7 Dijo entonces al viñador: “Ya hace tres años que vengo a buscar
fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la
tierra?”

8 Pero él le respondió: “Señor, déjala por este año todavía y mientras
tanto cavaré a su alrededor y echaré abono,

9 por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.”»
10 Estaba un sábado enseñando en una sinagoga,

11 y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía
dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse.

12 Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu
enfermedad.»

13 Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a

Dios.

14 Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho

una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede
trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado.»

15 Replicóle el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos
vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar?

16 Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya
dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día
de
sábado?»

17 Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos,
mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.

18 Decía, pues: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo
compararé?

19 Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo
puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron
en sus ramas.»

20 Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios?

21 Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres
medidas de harina, hasta que fermentó todo.»

22 Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba
hacia Jerusalén.

23 Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» El les dijo:

24 «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos
pretenderán entrar y no podrán.

25 «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os
pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo:
“¡Señor,
ábrenos!” Y os responderá: “No sé de dónde sois.”

26 Entonces empezaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y
has enseñado en nuestras plazas”;

27 y os volverá a decir: “No sé de dónde sois. = ¡Retiraos de mí, todos
los agentes de injusticia!” =

28 «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a
Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras
a vosotros os echan fuera.


29 Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán
a la mesa en el Reino de Dios.

30 «Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán
últimos.»

31 En aquel mismo momento se acercaron algunos fariseos, y le
dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte.»

32 Y él les dijo: «Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo
a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.

33 Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no
cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén.

34 «¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los
que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una
gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido!

35 Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me
volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: = ¡Bendito el que viene
en nombre del Señor!» =

Lucas 14

1 Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de
los fariseos para comer, ellos le estaban observando.

2 Había allí, delante de él, un hombre hidrópico.

3 Entonces preguntó Jesús a los legistas y a los fariseos: «¿Es lícito
curar en sábado, o no?»

4 Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió.

5 Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey
a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?»

6 Y no pudieron replicar a esto.

7 Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo
una parábola:

8 «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el
primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido
que tú,

9 y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “Deja el
sitio a
éste”, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto.

10 Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último
puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo,
sube más arriba.” Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén
contigo a la mesa.

11 Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille,
será ensalzado.»

12 Dijo también al que le había invitado: «Cuando des una comida o
una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a
tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas
ya tu
recompensa.

13 Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los
cojos, a los ciegos;


14 y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te
recompensará en la resurrección de los justos.»

15 Habiendo oído esto, uno de los comensales le dijo: «¡Dichoso el
que pueda comer en el Reino de Dios!»

16 El le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a
muchos;

17 a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los
invitados:
“Venid, que ya está todo preparado.”

18 Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: “He
comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses.”

19 Y otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a
probarlas; te ruego me dispenses.”

20 Otro dijo: “Me he casado, y por eso no puedo ir.”

21 «Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el
dueño de la casa, dijo a su siervo: “Sal en seguida a las plazas y calles de la
ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos.”

22 Dijo el siervo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay
sitio.”

23 Dijo el señor al siervo: “Sal a los caminos y cercas, y obliga
a
entrar hasta que se llene mi casa.”

24 Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi
cena.»

25 Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo:

26 «Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su
mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida,
no puede ser discípulo mío.

27 El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser
discípulo mío.

28 «Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se
sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla?

29 No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar,
todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo:

30 “Este comenzó a edificar y no pudo terminar.”

31 O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta
antes y delibera si con 10.000 puede salir al paso del que viene
contra él
con 20.000?

32 Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir
condiciones de paz.

33 Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a
todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

34 «Buena es la sal; mas si también la sal se desvirtúa, ¿con qué se la
sazonará?

35 No es útil ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran afuera. El
que tenga oídos para oír, que oiga.»

Lucas 15


1 Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle,

2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a
los pecadores y come con ellos.»

3 Entonces les dijo esta parábola.

4 «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no
deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta
que la
encuentra?

5 Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros;

6 y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice:
“Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.”

7 Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un
solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de
conversión.

8 «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende
una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta
que la
encuentra?

9 Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice:
“Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.”

10 Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de
Dios por un solo pecador que se convierta.»

11 Dijo: «Un hombre tenía dos hijos;

12 y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la
hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda.

13 Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un
país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.

14 «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en
aquel país, y comenzó a pasar necesidad.

15 Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país,
que le envió a sus fincas a apacentar puercos.

16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los
puercos, pero nadie se las daba.

17 Y entrando en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre
tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!

18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo
y ante ti.

19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus
jornaleros.”

20 Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le
vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y
le besó
efusivamente.

21 El hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no
merezco ser llamado hijo tuyo.”

22 Pero el padre dijo a sus siervos: “Traed aprisa el mejor vestido y
vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies.

23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una
fiesta,


24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba
perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron la fiesta.

25 «Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a
la casa, oyó la música y las danzas;

26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

27 El le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo
cebado, porque le ha recobrado sano.”

28 El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.

29 Pero él replicó a su padre: “Hace tantos años que te sirvo, y jamás
dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para
tener una fiesta con mis amigos;

30 y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda
con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!”

31 «Pero él le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es

tuyo;

32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano

tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha
sido
hallado.”»

Lucas 16

1 Decía también a sus discípulos: «Era un hombre rico que tenía un
administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda;

2 le llamó y le dijo: “¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu
administración, porque ya no podrás seguir administrando.”

3 Se dijo a sí mismo el administrador: “¿Qué haré, pues mi señor me
quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.

4 Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la
administración me reciban en sus casas.”

5 «Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al
primero: “¿Cuánto debes a mi señor?”

6 Respondió: “Cien medidas de aceite.” El le dijo: “Toma tu recibo,
siéntate en seguida y escribe cincuenta.”

7 Después dijo a otro: “Tú, ¿cuánto debes?” Contestó: “Cien cargas de
trigo.” Dícele: “Toma tu recibo y escribe ochenta.”

8 «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado
astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su
generación que los hijos de la luz.

9 «Yo os digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando
llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas.

10 El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es
injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho.

11 Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará
lo verdadero?

12 Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro?


13 «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a
uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al
otro. No
podéis servir a Dios y al Dinero.»

14 Estaban oyendo todas estas cosas los fariseos, que eran amigos del
dinero, y se burlaban de él.

15 Y les dijo: «Vosotros sois los que os la dais de justos delante de los
hombres, pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que es estimable
para los hombres, es abominable ante Dios.

16 «La Ley y los profetas llegan hasta Juan; desde ahí comienza a
anunciarse la Buena Nueva del Reino de Dios, y todos se esfuerzan
con
violencia por entrar en él.

17 «Más fácil es que el cielo y la tierra pasen, que no que caiga
un
ápice de la Ley.

18 «Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete
adulterio; y el que se casa con una repudiada por su marido, comete
adulterio.

19 «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba
todos los días espléndidas fiestas.

20 Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal,
cubierto de llagas,

21 deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los
perros venían y le lamían las llagas.

22 Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al
seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado.

23 «Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo
lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

24 Y, gritando, dijo: “Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a
Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi
lengua,
porque estoy atormentado en esta llama.”

25 Pero Abraham le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes
durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él
es aquí
consolado y tú atormentado.

26 Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo,
de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí
puedan pasar donde nosotros.”

27 «Replicó: “Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi
padre,

28 porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no
vengan también ellos a este lugar de tormento.”

29 Díjole Abraham: “Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.”

30 El dijo: “No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los
muertos va donde ellos, se convertirán.”

31 Le contestó: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se
convencerán, aunque un muerto resucite.”»

Lucas 17


1 Dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan escándalos;
pero, ¡ay de aquel por quien vienen!

2 Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea
arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños.

3 Cuidaos de vosotros mismos. «Si tu hermano peca, repréndele; y si
se arrepiente, perdónale.

4 Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve
a ti,
diciendo: “Me arrepiento”, le perdonarás.»

5 Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe.»

6 El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais
dicho a este sicómoro: “Arráncate y plántate en el mar”, y os
habría
obedecido.»

7 «¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando
regresa del campo, le dice: “Pasa al momento y ponte a la mesa?”

8 ¿No le dirá más bien: “Prepárame algo para cenar, y cíñete para
servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás
tú?”

9 ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue
mandado?

10 De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue
mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos
hacer.»

11 Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines
entre Samaria y Galilea,

12 y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres
leprosos, que se pararon a distancia

13 y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de
nosotros!»

14 Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió
que, mientras iban, quedaron limpios.

15 Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta

voz;

16 y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y

éste era un samaritano.

17 Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los
otros nueve, ¿dónde están?

18 ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este
extranjero?»

19 Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»

20 Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de
Dios, les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir.

21 Y no dirán: “Vedlo aquí o allá”, porque el Reino de Dios ya está
entre vosotros.»

22 Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo
de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis.

23 Y os dirán: “Vedlo aquí, vedlo allá.” No vayáis, ni corráis detrás.


24 Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro
del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día.

25 Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta
generación.

26 «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del
Hijo del hombre.

27 Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró
Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos.

28 Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían,
compraban, vendían, plantaban, construían;

29 pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y
azufre del cielo y los hizo perecer a todos.

30 Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.
31 «Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa,

no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo,
no se
vuelva atrás.

32 Acordaos de la mujer de Lot.

33 Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la
conservará.

34 Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno
será tomado y el otro dejado;

35 habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra
dejada.»

36 Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?» El les respondió: «Donde esté el
cuerpo, allí también se reunirán los buitres.»

Lucas 18

1 Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre
sin desfallecer.

2 «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los
hombres.

3 Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo:
“¡Hazme justicia contra mi adversario!”

4 Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo:
“Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres,

5 como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que
no venga continuamente a importunarme.”»

6 Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto;

7 y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día
y noche, y les hace esperar?

8 Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del
hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?»

9 Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los
demás, esta parábola:

10 «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro
publicano.


11 El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios!
Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos,
adúlteros, ni tampoco como este publicano.

12 Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis
ganancias.”

13 En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni
a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!

¡Ten compasión de mí, que soy pecador!”

14 Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo
el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»

15 Le presentaban también los niños pequeños para que los tocara, y
al verlo los discípulos, les reñían.

16 Mas Jesús llamó a los niños, diciendo: «Dejad que los niños
vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el
Reino de Dios.

17 Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no
entrará en él.»

18 Uno de los principales le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de
hacer para tener en herencia vida eterna?»

19 Le dijo Jesús: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino
sólo Dios.

20 Ya sabes los mandamientos: = No cometas adulterio, no mates, no
robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre.» =

21 El dijo: «Todo eso lo he guardado desde mi juventud.»

22 Oyendo esto Jesús, le dijo: «Aún te falta una cosa. Todo cuanto
tienes véndelo y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos;
luego, ven y sígueme.»

23 Al oír esto, se puso muy triste, porque era muy rico.

24 Viéndole Jesús, dijo: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas
entren en el Reino de Dios!

25 Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el
que un rico entre en el Reino de Dios.»

26 Los que lo oyeron, dijeron: «¿Y quién se podrá salvar?»

27 Respondió: «Lo imposible para los hombres, es posible para Dios.»
28 Dijo entonces Pedro: «Ya lo ves, nosotros hemos dejado nuestras

cosas y te hemos seguido.»

29 El les dijo: «Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer,
hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios,

30 quedará sin recibir mucho más al presente y, en el mundo venidero,
vida eterna.»

31 Tomando consigo a los Doce, les dijo: «Mirad que subimos a
Jerusalén, y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron para el Hijo del
hombre;

32 pues será entregado a los gentiles, y será objeto de burlas, insultado
y escupido;

33 y después de azotarle le matarán, y al tercer día resucitará.»


34 Ellos nada de esto comprendieron; estas palabras les quedaban
ocultas y no entendían lo que decía.

35 Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto
al camino pidiendo limosna;

36 al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello.
37 Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo

38 y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión
de mí!»

39 Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él
gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»

40 Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo
acercado, le preguntó:

41 «¿Qué quieres que te haga?» El dijo: «¡Señor, que vea!»
42 Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado.»

43 Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios.
Y
todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.


rico.

Lucas 19

1 Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad.

2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y

3 Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente,

porque era de pequeña estatura.

4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a
pasar por allí.

5 Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo,
baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.»

6 Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.

7 Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa
de un hombre pecador.»

8 Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis
bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré
el
cuádruplo.»

9 Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque
también éste es hijo de Abraham,

10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba
perdido.»

11 Estando la gente escuchando estas cosas, añadió una parábola, pues
estaba él cerca de Jerusalén, y creían ellos que el Reino de Dios aparecería
de un momento a otro.

12 Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir
la investidura real y volverse.

13 Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les
dijo: “Negociad hasta que vuelva.”

14 Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una
embajada que dijese: “No queremos que ése reine sobre nosotros.”


15 «Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura
real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero,
para saber lo que había ganado cada uno.

16 Se presentó el primero y dijo: “Señor, tu mina ha producido diez
minas.”

17 Le respondió: “¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo
mínimo, toma el gobierno de diez ciudades.”

18 Vino el segundo y dijo: “Tu mina, Señor, ha producido cinco
minas.”

19 Dijo a éste: “Ponte tú también al mando de cinco ciudades.”

20 «Vino el otro y dijo: “Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido
guardada en un lienzo;

21 pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo
que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste.”

22 Dícele: “Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo
soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que
no
sembré;

23 pues ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver
yo, lo habría cobrado con los intereses.”

24 Y dijo a los presentes: “Quitadle la mina y dádsela al que tiene las
diez minas.”

25 Dijéronle: “Señor, tiene ya diez minas.”

26 - “Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene,
aun lo que tiene se le quitará.”

27 «”Pero a aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo
reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí.”»

28 Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.
29 Y sucedió que, al aproximarse a Betfagé y Betania, al pie del

monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,

30 diciendo: «Id al pueblo que está enfrente y, entrando en él,
encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún
hombre; desatadlo y traedlo.

31 Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, diréis esto:
“Porque el Señor lo necesita.”»

32 Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho.
33 Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: «¿Por qué

desatáis el pollino?»

34 Ellos les contestaron: «Porque el Señor lo necesita.»

35 Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino,
hicieron montar a Jesús.

36 Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino.

37 Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de
los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a
grandes
voces, por todos los milagros que habían visto.

38 Decían: = «Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! = Paz
en el cielo y gloria en las alturas.»


39 Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron:

«Maestro, reprende a tus discípulos.»

40 Respondió: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.»
41 Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella,

42 diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!

Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos.

43 Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de
empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes,

44 y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de
ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo
de tu visita.»

45 Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían,
46 diciéndoles: «Está escrito: = Mi Casa será Casa de oración. = ¡Pero

vosotros la habéis hecho = una cueva de bandidos!» =

47 Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos
sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban
matarle,

48 pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le
oía pendiente de sus labios.

Lucas 20

1 Y sucedió que un día enseñaba al pueblo en el Templo y anunciaba
la Buena Nueva; se acercaron los sumos sacerdotes y los escribas junto con
los ancianos,

2 y le preguntaron: «Dinos: ¿Con qué autoridad haces esto, o quién es
el que te ha dado tal autoridad?»

3 El les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa.
Decidme:

4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?»

5 Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: “Del cielo”, dirá: “¿Por qué
no le creísteis?”

6 Pero si decimos: “De los hombres”, todo el pueblo nos apedreará,
pues están convencidos de que Juan era un profeta.»

7 Respondieron, pues, que no sabían de dónde era.

8 Jesús entonces les dijo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad
hago esto.»

9 Se puso a decir al pueblo esta parábola: «Un hombre plantó una viña
y la arrendó a unos labradores, y se ausentó por mucho tiempo.

10 «A su debido tiempo, envió un siervo a los labradores, para que le
diesen parte del fruto de la viña. Pero los labradores, después de golpearle,
le despacharon con las manos vacías.

11 Volvió a enviar otro siervo, pero ellos, después de golpearle e
insultarle, le despacharon con las manos vacías.

12 Tornó a enviar un tercero, pero ellos, después de herirle, le
echaron.


13 Dijo, pues, el dueño de la viña: “¿Qué haré? Voy a enviar a mi hijo
querido; tal vez le respeten.”

14 Pero los labradores, al verle, se dijeron entre sí: “Este es el
heredero; matémosle, para que la herencia sea nuestra.”

15 Y, echándole fuera de la viña, le mataron. «¿Qué hará, pues, con
ellos el dueño de la viña?

16 Vendrá y dará muerte a estos labradores, y entregará la viña a
otros.» Al oír esto, dijeron: «De ninguna manera.»

17 Pero él clavando en ellos la mirada, dijo: «Pues, ¿qué es lo que está
escrito: = La piedra que los constructores desecharon en piedra angular se
ha convertido? =

18 Todo el que caiga sobre esta piedra, se destrozará, y a aquel sobre
quien ella caiga, le aplastará.»

19 Los escribas y los sumos sacerdotes trataron de echarle mano en
aquel mismo momento - pero tuvieron miedo al pueblo - porque habían
comprendido que aquella parábola la había dicho por ellos.

20 Quedándose ellos al acecho, le enviaron unos espías, que fingieran
ser justos, para sorprenderle en alguna palabra y poderle entregar al poder y
autoridad del procurador.

21 Y le preguntaron: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas con
rectitud, y que no tienes en cuenta la condición de las personas,
sino que
enseñas con franqueza el camino de Dios:

22 ¿Nos es lícito pagar tributo al César o no?»

23 Pero él, habiendo conocido su astucia, les dijo:

24 «Mostradme un denario. ¿De quién lleva la imagen y la
inscripción?» Ellos dijeron: «Del César.»

25 El les dijo: «Pues bien, lo del César devolvédselo al César, y lo de
Dios a Dios.»

26 No pudieron sorprenderle en ninguna palabra ante el pueblo y,
maravillados por su respuesta, se callaron.

27 Acercándose algunos de los saduceos, esos que sostienen que no
hay resurrección, le preguntaron:

28 «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de
alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer
para dar descendencia a su hermano.

29 Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin
hijos;

30 y la tomó el segundo,

31 luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin
dejar hijos.

32 Finalmente, también murió la mujer.

33 Esta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque
los siete la tuvieron por mujer.»

34 Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido;


35 pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y
en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni
ellas
marido,

36 ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios,
siendo hijos de la resurrección.

37 Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo
de la zarza, cuando llama al Señor = el Dios de Abraham, el Dios de Isaac
y el Dios de Jacob. =

38 No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos
viven.»

39 Algunos de los escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien.»
40 Pues ya no se atrevían a preguntarle nada.

41 Les preguntó: «¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?

42 Porque David mismo dice en el libro de los Salmos: = Dijo el
Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra

43 hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies. =

44 David, pues, le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?»
45 Estando todo el pueblo oyendo, dijo a los discípulos:

46 «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje y
quieren ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en
las
sinagogas, y los primeros puestos en los banquetes;

47 y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas
oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa.»

Lucas 21

1 Alzando la mirada, vió a unos ricos que echaban sus donativos en el
arca del Tesoro;

2 vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas,

3 y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que
todos.

4 Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba,
ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía
para
vivir.»

5 Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de
bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo:

6 «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra
que no sea derruida.»

7 Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la
señal de que todas estas cosas están para ocurrir?»

8 El dijo: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos
usurpando mi nombre y diciendo: “Yo soy” y “el tiempo está cerca”. No les
sigáis.

9 Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis;
porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no
es
inmediato.»


10 Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino
contra reino.

11 Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares,
habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo.

12 «Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán,
entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante
reyes y
gobernadores por mi nombre;

13 esto os sucederá para que deis testimonio.

14 Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa,

15 porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no
podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios.

16 Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y
matarán a algunos de vosotros,

17 y seréis odiados de todos por causa de mi nombre.
18 Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza.
19 Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

20 «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces
que se acerca su desolación.

21 Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que
estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos,
que no entren en ella;

22 porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está
escrito.

23 ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! «Habrá, en
efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y Cólera contra este pueblo;

24 y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las
naciones, y = Jerusalén = será = pisoteada por los gentiles, = hasta que se
cumpla el tiempo de los gentiles.

25 «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra,
angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas,

26 muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que
vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.

27 Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran
poder y gloria.

28 Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad
la cabeza porque se acerca vuestra liberación.»

29 Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles.

30 Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya
cerca.

31 Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el
Reino de Dios está cerca.

32 Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto
suceda.

33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.


34 «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el
libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga
aquel Día de improviso sobre vosotros,

35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la
faz de la tierra.

36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza
y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del
Hijo del hombre.»

37 Por el día enseñaba en el Templo y salía a pasar la noche en
el
monte llamado de los Olivos.

38 Y todo el pueblo madrugaba para ir donde él y escucharle en el
Templo.

Lucas 22

1 Se acercaba la fiesta de los Azimos, llamada Pascua.

2 Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo hacerle
desaparecer, pues temían al pueblo.

3 Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del
número de los Doce;

4 y se fue a tratar con los sumos sacerdotes y los jefes de la guardia
del modo de entregárselo.

5 Ellos se alegraron y quedaron con él en darle dinero.

6 El aceptó y andaba buscando una oportunidad para entregarle sin
que la gente lo advirtiera.

7 Llegó el día de los Azimos, en el que se había de sacrificar el
cordero de Pascua;

8 y envió a Pedro y a Juan, diciendo: «Id y preparadnos la Pascua para
que la comamos.»

9 Ellos le dijeron: «¿Dónde quieres que la preparemos?»

10 Les dijo: «Cuando entréis en la ciudad, os saldrá al paso un hombre
llevando un cántaro de agua; seguidle hasta la casa en que entre,

11 y diréis al dueño de la casa: “El Maestro te dice: ¿Dónde está la
sala donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?”

12 El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta;
haced allí los preparativos.»

13 Fueron y lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la
Pascua.

14 Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles;

15 y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros
antes de padecer;

16 porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su
cumplimiento en el Reino de Dios.»

17 Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: «Tomad esto y
repartidlo entre vosotros;

18 porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del
producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.»


19 Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en
recuerdo
mío.»

20 De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es
la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.

21 «Pero la mano del que me entrega está aquí conmigo sobre la mesa.
22 Porque el Hijo del hombre se marcha según está determinado. Pero,

¡ay de aquel por quien es entregado!»

23 Entonces se pusieron a discutir entre sí quién de ellos sería el que
iba a hacer aquello.

24 Entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos parecía
ser el mayor.

25 El les dijo: «Los reyes de las naciones las dominan como señores
absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen
llamar
Bienhechores;

26 pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el
más joven y el que gobierna como el que sirve.

27 Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No
es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que
sirve.

28 «Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis
pruebas;

29 yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre
lo dispuso para mí,

30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre
tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

31 «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros
como trigo;

32 pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú,
cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»

33 El dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y
la
muerte.»

34 Pero él dijo: «Te digo, Pedro: No cantará hoy el gallo antes que
hayas negado tres veces que me conoces.»

35 Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias,

¿os faltó algo?» Ellos dijeron: «Nada.»

36 Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo
alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada;

37 porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está
escrito: = “Ha sido contado entre los malhechores.” = Porque lo mío toca a
su fin.»

38 Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas.» El les dijo: «Basta.»
39 Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los

discípulos le siguieron.

40 Llegado al lugar les dijo: «Pedid que no caigáis en tentación.»


41 Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas
oraba

42 diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se
haga mi voluntad, sino la tuya.»

43 Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que
le
confortaba.

44 Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo
como gotas espesas de sangre que caían en tierra.

45 Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los
encontró dormidos por la tristeza;

46 y les dijo: «¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para
que no caigáis en tentación.»

47 Todavía estaba hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado
Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un
beso.

48 Jesús le dijo: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!»
49 Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor,

¿herimos a espada?»

50 y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja
derecha.

51 Pero Jesús dijo: «¡Dejad! ¡Basta ya!» Y tocando la oreja le curó.

52 Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del Templo y
ancianos que habían venido contra él: «¿Como contra un salteador habéis
salido con espadas y palos?

53 Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me
pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de
las
tinieblas.»

54 Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa
del Sumo Sacerdote; Pedro le iba siguiendo de lejos.

55 Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban
sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos.

56 Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando
y dijo: «Este también estaba con él.»

57 Pero él lo negó: «¡Mujer, no le conozco!»

58 Poco después, otro, viéndole, dijo: «Tú también eres uno de ellos.»
Pedro dijo: «Hombre, no lo soy!»

59 Pasada como una hora, otro aseguraba: «Cierto que éste también
estaba con él, pues además es galileo.»

60 Le dijo Pedro: «¡Hombre, no sé de qué hablas!» Y en aquel
momento, estando aún hablando, cantó un gallo,

61 y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras
del Señor, cuando le dijo: «Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado
tres veces.»

62 Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.

63 Los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban;


64 y cubriéndole con un velo le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el
que te ha pegado?»

65 Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas.

66 En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del
pueblo, sumos sacerdotes y escribas, le hicieron venir a su Sanedrín

67 y le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo.» El respondió: «Si os lo
digo, no me creeréis.

68 Si os pregunto, no me responderéis.

69 De ahora en adelante, el Hijo del hombre = estará sentado a la
diestra = del poder = de Dios.» =

70 Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?» El les
dijo:

«Vosotros lo decís: Yo soy.»

71 Dijeron ellos: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues
nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca?»

Lucas 23

1 Y levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato.

2 Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste
alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al
César y
diciendo que él es Cristo Rey.»

3 Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió:

«Sí, tú lo dices.»

4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «Ningún delito
encuentro en este hombre.»

5 Pero ellos insistían diciendo: «Solivianta al pueblo, enseñando por
toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí.»

6 Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo.

7 Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a
Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén.

8 Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo
tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba presenciar
alguna señal que él hiciera.

9 Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió nada.

10 Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con
insistencia.

11 Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de
él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato.

12 Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban
enemistados.

13 Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al
pueblo

14 y les dijo: «Me habéis traído a este hombre como alborotador del
pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he
hallado en
este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis.

15 Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho,
pues, que merezca la muerte.


16 Así que le castigaré y le soltaré.»

18 Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: «¡Fuera ése, suéltanos
a Barrabás!»

19 Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y
por asesinato.

20 Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús,

21 pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!»

22 Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No
encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y
le soltaré.»

23 Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado
y sus gritos eran cada vez más fuertes.

24 Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.

25 Soltó, pues, al que habían pedido, el que estaba en la cárcel
por
motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su voluntad.

26 Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene,
que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevará
detrás de
Jesús.

27 Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y
se lamentaban por él.

28 Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por
mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.

29 Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las
entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron!

30 Entonces se pondrán a = decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros!

Y a las colinas: ¡Cubridnos! =

31 Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?»
32 Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él.

33 Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

34 Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.» Se
repartieron sus vestidos, echando a suertes.

35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo:

«A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de
Dios, el
Elegido.»

36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían
vinagre

37 y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»

38 Había encima de él una inscripción: «Este es el Rey de los judíos.»
39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el

Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!»

40 Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú
que sufres la misma condena?

41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros
hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.»

42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.»


43 Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
44 Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol,
hubo

oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
45 El velo del Santuario se rasgó por medio

46 y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, = en tus manos pongo
mi espíritu» = y, dicho esto, expiró.

47 Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo:

«Ciertamente este hombre era justo.»

48 Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo
que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho.

49 Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las
mujeres que le habían seguido desde Galilea.

50 Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre
bueno y justo,

51 que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de
Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.

52 Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús

53 y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en
un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.

54 Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado.

55 Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás
y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo,

56 Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron
según el precepto.

Lucas 24

1 El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro
llevando los aromas que habían preparado.

2 Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro,
3 y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

4 No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos
hombres con vestidos resplandecientes.

5 Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por
qué buscáis entre los muertos al que está vivo?

6 No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba
todavía en Galilea, diciendo:

7 “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los
pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite. “»

8 Y ellas recordaron sus palabras.

9 Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y
a todos los demás.

10 Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena,
Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas.

11 Pero todas estas palabras les parecían como desatinos y no les
creían.


12 Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero sólo vio las
vendas y se volvió a su casa, asombrado por lo sucedido.

13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús,
que distaba sesenta estadios de Jerusalén,

14 y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado.

15 Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo
Jesús se acercó y siguió con ellos;

16 pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.

17 El les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras
vais
andando?» Ellos se pararon con aire entristecido.

18 Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único
residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en
ella?»

19 El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el
Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y
de todo el pueblo;

20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a
muerte y le crucificaron.

21 Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero,
con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó.

22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han
sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro,

23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto
una aparición de ángeles, que decían que él vivía.

24 Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal
como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.»

25 El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo
que dijeron los profetas!

26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su
gloria?»

27 Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les
explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.

28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir
adelante.

29 Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque
atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos.

30 Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando.

31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él
desapareció de su lado.

32 Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro
de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba
las
Escrituras?»

33 Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y
encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos,


34 que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido
a Simón!»

35 Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y
cómo le habían conocido en la fracción del pan.

36 Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de
ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»

37 Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.

38 Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas
en vuestro corazón?

39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que
un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.»

40 Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.

41 Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y
estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?»

42 Ellos le ofrecieron parte de un pez asado.
43 Lo tomó y comió delante de ellos.

44 Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé
cuando todavía estaba con vosotros: “Es necesario que se cumpla todo
lo
que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca
de mí.”»

45 Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las
Escrituras,

46 y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de
entre los muertos al tercer día

47 y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los
pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.

48 Vosotros sois testigos de estas cosas.

49 «Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por
vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder
desde lo alto.»

50 Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo.
51 Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue

llevado al cielo.

52 Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con
gran gozo,

53 y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.