Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Daniel 1

1 El año tercero del reinado de Yoyaquim, rey de
Judá,
Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén y la sitió.

2 El Señor entregó en sus manos a Yoyaquim rey de Judá, así como
parte de los objetos de la Casa de Dios. El los llevó al país de
Senaar y
depositó los objetos en la casa del tesoro de sus dioses.

3 El rey mandó a Aspenaz, jefe de sus eunucos, tomar de entre los
israelitas de estirpe real o de familia noble,

4 algunos jóvenes, sin defecto corporal, de buen parecer, instruidos en
toda sabiduría, cultos e inteligentes, idóneos para servir en la corte del rey,
con el fin de enseñarles la escritura y la lengua de los caldeos.

5 El rey les asignó una ración diaria de los manjares del rey y del vino
de su mesa. Deberían ser educados durante tres años, después de lo
cual
entrarían al servicio del rey.

6 Entre ellos se encontraban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, que
eran judíos.

7 El jefe de los eunucos les puso nombres nuevos: Daniel se llamaría
Beltsassar, Ananías Sadrak, Misael Mesak y Azarías Abed Negó.

8 Daniel, que tenía el propósito de no mancharse compartiendo los
manjares del rey y el vino de su mesa, pidió al jefe de los eunucos permiso
para no mancharse.

9 Dios concedió a Daniel hallar gracia y benevolencia ante el jefe de
los eunucos.

10 Pero el jefe de los eunucos dijo a Daniel: «Temo al rey, mi señor;
él ha asignado vuestra comida y vuestra bebida, y si llega a ver
vuestros
rostros más macilentos que los de los jóvenes de vuestra edad, expondríais
mi cabeza a los ojos del rey.»


11 Daniel dijo entonces al guarda a quien el jefe de los eunucos había
confiado el cuidado de Daniel, Ananías, Misael y Azarías:

12 «Por favor, pon a prueba a tus siervos durante diez días: que nos
den de comer legumbres y de beber agua;

13 después puedes comparar nuestro aspecto con el de los jóvenes que
comen los manjares del rey, y hacer con tus siervos con arreglo a
lo que
hayas visto.»

14 Aceptó él la propuesta y les puso a prueba durante diez días.

15 Al cabo de los diez días se vio que tenían mejor aspecto y estaban
más rollizos que todos los jóvenes que comían los manjares del rey.

16 Desde entonces el guarda retiró sus manjares y el vino que tenían
que beber, y les dio legumbres.

17 A estos cuatro jóvenes les concedió Dios ciencia e inteligencia en
toda clase de letras y sabiduría. Particularmente Daniel poseía
el
discernimiento de visiones y sueños.

18 Al cabo del tiempo establecido por el rey para que le fueran
presentados los jóvenes, el jefe de los eunucos los
llevó ante
Nabucodonosor.

19 El rey conversó con ellos, y entre todos no se encontró ningún otro
como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Quedaron, pues, al servicio
del
rey.

20 Y en cuantas cosas de sabiduría o de inteligencia les consultó el
rey, los encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos que
había en todo su reino.

21 Daniel permaneció allí hasta el año primero del rey Ciro.

Daniel 2

1 El año segundo del reinado de Nabucodonosor, Nabucodonosor tuvo
sueños, y su espíritu se turbó hasta el punto de no poder dormir.

2 El rey mandó llamar a los magos y adivinos, encantadores y caldeos
para que manifestaran al rey sus sueños. Vinieron ellos y se presentaron al
rey.

3 El rey les dijo: «He tenido un sueño y mi espíritu se ha turbado por
el deseo de comprender este sueño.»

4 Los caldeos respondieron al rey: (Arameo) «¡Viva el rey
eternamente! Cuenta el sueño a tus siervos, y nosotros te daremos su
interpretación.»

5 Respondió el rey y dijo a los caldeos: «Tened bien presente mi
decisión: si no me dais a conocer el sueño y su interpretación,
seréis
cortados en pedazos y vuestras casas serán reducidas a escombros.

6 Pero si me dais a conocer el sueño y su interpretación, recibiréis de
mí regalos, obsequios y grandes honores. Así pues, dadme a conocer
el
sueño y su interpretación.»

7 Respondieron ellos por segunda vez: «Cuente el rey el sueño a sus
siervos, que nosotros le daremos su interpretación.»


8 Pero el rey replicó: «Bien veo que lo que queréis vosotros es ganar
tiempo, sabiendo que mi decisión está tomada.

9 Si no me dais a conocer el sueño, una misma será vuestra sentencia.
Habéis acordado entre vosotros decirme palabras mentirosas y falsas,
mientras cambian los tiempos. Por tanto, indicadme el sueño y sabré
que
podéis darme su interpretación.»

10 Los caldeos respondieron ante el rey: «No hay nadie en el mundo
capaz de descubrir lo que quiere el rey; y por eso mismo ningún rey, por
grande y poderoso que sea, pregunta jamás cosa semejante a ningún mago,
adivino o caldeo.

11 Lo que el rey pide es difícil, y nadie se lo puede descubrir al rey,
excepto los dioses; pero ellos no viven entre los seres de carne.»

12 Entonces el rey se enfureció terriblemente y mandó matar a todos
los sabios de Babilonia.

13 Promulgado el decreto de matar a los sabios, se buscó también a
Daniel y a sus compañeros para matarlos.

14 Pero Daniel se dirigió con palabras sabias y prudentes a Aryok, jefe
de la guardia real, que se disponía a matar a los sabios de Babilonia.

15 Tomó la palabra y dijo a Aryok, oficial del rey: «Por qué ha dado
el rey un decreto tan tajante?» Aryok explicó la cosa a Daniel,

16 y Daniel se fue a pedir al rey que se le concediese un plazo para
declarar al rey la interpretación.

17 Daniel regresó a su casa e informó del caso a sus compañeros
Ananías, Misael y Azarías,

18 invitándoles a implorar la misericordia del Dios del Cielo, acerca
de este misterio, a fin de que no se diese muerte a Daniel y a
sus
compañeros con el resto de los sabios de Babilonia.

19 Entonces el misterio fue revelado a Daniel en una visión nocturna.

Y Daniel bendijo al Dios del Cielo.

20 Tomó Daniel la palabra y dijo: «Bendito sea el Nombre de Dios
por los siglos de los siglos, pues suyos son el saber y la fuerza.

21 El hace alternar estaciones y tiempos, depone a los reyes, establece
a los reyes, da a los sabios sabiduría, y ciencia a los que saben discernir.

22 El revela honduras y secretos, conoce lo que ocultan las tinieblas, y
la luz mora junto a él.

23 A ti, Dios de mis padres, doy yo gracias y alabo, porque me has
concedido sabiduría y fuerza; y ahora me has dado a conocer lo que
te
habíamos pedido, la cosa del rey nos has dado a conocer.»

24 Después Daniel se fue donde Aryok, a quien el rey había
encomendado la matanza de los sabios de Babilonia. Entró y le dijo: «No
mates a los sabios de Babilonia. Llévame a la presencia del rey y
yo
declararé al rey la interpretación.»

25 Aryok se apresuró a introducir a Daniel ante el rey y le dijo: «He
encontrado entre los deportados de Judá un hombre que puede dar a
conocer al rey la interpretación.»


26 Tomó el rey la palabra y dijo a Daniel (por sobrenombre
Beltsassar): «¿Eres tú capaz de darme a conocer el sueño que he tenido y su
interpretación?»

27 Daniel tomó la palabra en presencia del rey y dijo: «El misterio que
el rey quiere saber, no hay sabios, adivinos, magos ni astrólogos
que lo
puedan revelar al rey;

28 pero hay un Dios en el cielo, que revela los misterios y que ha dado
a conocer al rey Nabucodonosor lo que sucederá al fin de los días. Tu sueño
y las visiones de tu cabeza cuando estabas en tu lecho eran éstos:

29 «Oh rey, los pensamientos que agitaban tu mente en el lecho se
referían a lo que ha de suceder en el futuro, y el que revela los misterios te
ha dado a conocer lo que sucederá.

30 A mí, sin que yo posea más sabiduría que cualquier otro ser
viviente, se me ha revelado este misterio con el solo fin de dar a conocer al
rey su interpretación y de que tú conozcas los pensamientos de tu corazón.

31 «Tú, oh rey, has tenido esta visión: una estatua, una enorme
estatua, de extraordinario brillo, de aspecto terrible, se levantaba ante ti.

32 La cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de
plata, su vientre y sus lomos de bronce,

33 sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla.

34 Tú estabas mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió, sin
intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y
arcilla, y los pulverizó.

35 Entonces quedó pulverizado todo a la vez: hierro, arcilla, bronce,
plata y oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se lo
llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió
en un gran monte que llenó toda la tierra.

36 Tal fue el sueño: ahora diremos ante el rey su interpretación.

37 Tú, oh rey, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado reino,
fuerza, poder y gloria

38 - los hijos de los hombres, las bestias del campo, los pájaros
del
cielo, dondequiera que habiten, los ha dejado en tus manos y te ha hecho
soberano de ellos -, tú eres la cabeza de oro.

39 Después de ti surgirá otro reino, inferior a ti, y luego un
tercer
reino, de bronce, que dominará la tierra entera.

40 Y habrá un cuarto reino, duro como el hierro, como el hierro que
todo lo pulveriza y machaca: como el hierro qué aplasta, así él pulverizará y
aplastará a todos los otros.

41 Y lo que has visto, los pies y los dedos, parte de arcilla de alfarero
y parte de hierro, es un reino que estará dividido; tendrá la
solidez del
hierro, según has visto el hierro mezclado con la masa de arcilla.

42 Los dedos de los pies, parte de hierro y parte de arcilla, es que el
reino será en parte fuerte y en parte frágil.

43 Y lo que has visto: el hierro mezclado con la masa de arcilla,
es
que se mezclarán ellos entre sí por simiente humana, pero no se aglutinarán
el uno al otro, de la misma manera que el hierro no se mezcla con la arcilla.


44 En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que
jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo.
Pulverizará y
aniquilará a todos estos reinos, y él subsistirá eternamente:

45 tal como has visto desprenderse del monte, sin intervención de
mano humana, la piedra que redujo a polvo el hierro, el bronce, la arcilla, la
plata y el oro. El Dios grande ha dado a conocer al rey lo que ha de suceder.
Tal es verdaderamente el sueño, y su interpretación digna de confianza.»

46 Entonces el rey Nabucodonosor cayó rostro en tierra, se postró ante
Daniel, y ordenó que se le ofreciera oblación y calmante aroma.

47 El rey tomó la palabra y dijo a Daniel: «Verdaderamente vuestro
Dios es el Dios de los dioses y el señor de los reyes, el revelador de los
misterios, ya que tú has podido revelar este misterio.»

48 Y el rey confirió a Daniel un alto rango y le dio muchos y
magníficos regalos. Le hizo gobernador de toda la provincia de Babilonia y
jefe supremo de todos los sabios de Babilonia.

49 Daniel pidió al rey que encargara de la administración de la
provincia de Babilonia a Sadrak, Mesak y Abed Negó, quedando Daniel en
la corte del rey.

Daniel 3

1 El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, de sesenta codos de
alta por seis de ancha, y la erigió en el llano de Dura, en la provincia de
Babilonia.

2 El rey Nabucodonosor mandó a los sátrapas, prefectos,
gobernadores, consejeros, tesoreros, juristas y jueces y a
todas las
autoridades provinciales, que se reunieran y asistieran a la dedicación de la
estatua erigida por el rey Nabucodonosor.

3 Se reunieron, pues, los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros,
tesoreros, juristas y jueces y todas las autoridades provinciales
para la
dedicación de la estatua erigida por el rey Nabucodonosor; todos estaban en
pie ante la estatua erigida por el rey Nabucodonosor.

4 El heraldo pregonó con fuerza: «A vosotros, pueblos, naciones y
lenguas, se os hace saber:

5 En el momento en que oigáis el cuerno, el pífano, la cítara, la
sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, os
postraréis y
adoraréis la estatua de oro que ha erigido el rey Nabucodonosor.

6 Aquél que no se postre y la adore, será inmediatamente arrojado en
el horno de fuego ardiente.»

7 Con tal motivo, en cuanto se oyó sonar el cuerno, el pífano, la cítara,
la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de música, todos
los
pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que
había erigido el rey Nabucodonosor.

8 Sin embargo, algunos caldeos se presentaron a denunciar a los
judíos.

9 Tomaron la palabra y dijeron al rey Nabucodonosor: «¡Viva el rey
eternamente!


10 Tú, oh rey, has ordenado que todo hombre, en cuanto oiga sonar el
cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase
de música, se postre y adore la estatua de oro,

11 y que aquél que no se postre para adorarla sea arrojado en el horno
de fuego ardiente.

12 Pues hay algunos judíos a quienes has encargado de la
administración de la provincia de Babilonia: Sadrak, Mesak y Abed Negó,
que no te hacen caso, oh rey; no sirven a tu dios ni adoran la estatua de oro
que has erigido.»

13 Ebrio de cólera, Nabucodonosor mandó llamar a Sadrak, Mesak y
Abed Negó, que fueron introducidos ante el rey.

14 Nabucodonosor tomó la palabra y dijo: «¿Es verdad, Sadrak,
Mesak y Abed Negó, que no servís a mis dioses ni adoráis la estatua de oro
que yo he erigido?

15 ¿Estáis dispuestos ahora, cuando oigáis sonar el cuerno, el pífano,
la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de
música, a
postraros y adorar la estatua que yo he hecho? Si no la adoráis,
seréis
inmediatamente arrojados en el horno de fuego ardiente; y ¿qué dios
os
podrá librar de mis manos?»

16 Sadrak, Mesak y Abed Negó tomaron la palabra y dijeron al rey
Nabucodonosor: «No necesitamos darte una respuesta sobre este particular.
17 Si nuestro Dios, a quien servimos, es capaz de librarnos, nos librará

del horno de fuego ardiente y de tu mano, oh rey;

18 y si no lo hace, has de saber, oh rey, que nosotros no serviremos a
tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido.»

19 Entonces el rey Nabucodonosor, lleno de cólera y demudada la
expresión de su rostro contra Sadrak, Mesak y Abed Negó, dio orden de que
se encendiese el horno siete veces más de lo corriente,

20 y mandó a los hombres más fuertes de su ejército que ataran a
Sadrak, Mesak y Abed Negó y los arrojaran al horno de fuego ardiente.

21 Fueron, pues, atados estos hombres, con sus zaragüelles, túnicas,
gorros y vestidos, y arrojados al horno de fuego ardiente.

22 Como la orden del rey era perentoria y el horno estaba
excesivamente encendido, la llamarada mató a los hombres que habían
llevado allá a Sadrak, Mesak y Abed Negó.

23 Y los tres hombres, Sadrak, Mesak y Abed Negó, cayeron, atados,
en medio del horno de fuego ardiente.

24 Entonces el rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó a toda
prisa y preguntó a sus consejeros: «¿No hemos echado nosotros al fuego a
estos tres hombres atados?» Respondieron ellos: «Indudablemente, oh rey.»
25 Dijo el rey: «Pero yo estoy viendo cuatro hombres que se pasean
libremente por el fuego sin sufrir daño alguno, y el cuarto tiene el aspecto

de un hijo de los dioses.»

26 Y Nabucodonosor se acercó a la boca del horno de fuego ardiente y
dijo: «Sadrak, Mesak y Abed Negó, servidores del Dios Altísimo, salid
y


venid aquí.» Entonces Sadrak, Mesak y Abed Negó salieron de en medio
del fuego.

27 Los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros del rey se
reunieron para ver a estos hombres: el fuego no había tenido ningún poder
sobre su cuerpo, los cabellos de su cabeza no estaban chamuscados,
sus
mantos no se habían alterado, y ni el olor del fuego se les había pegado.

28 Nabucodonosor exclamó: «Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y
Abed Negó, que ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que, confiando
en él, quebrantaron la orden del rey y entregaron su cuerpo antes que servir
y adorar a ningún otro fuera de su Dios.

29 Y yo promulgo este edicto: Pueblos, naciones y lenguas, todo aquel
que hable ligeramente del Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, será
cortado en pedazos y su casa será reducida a escombros, porque no hay otro
dios que pueda salvar de este modo.»

30 Y el rey hizo prosperar a Sadrak, Mesak y Abed Negó en la
provincia de Babilonia.

31 Nabucodonosor, Rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas de
toda la tierra: ¡Sea grande vuestra paz!

32 Me ha parecido bien daros a conocer las señales y milagros que ha
hecho el Dios Altísimo.

33 ¡Que grandes sus prodigios, qué poderosos sus milagros! ¡Reino
eterno es su reino, su imperio de generación en generación!

Daniel 4

1 Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa, y satisfecho en mi
palacio.

2 Y tuve un sueño que me aterrorizó. Las obsesiones que tuve en mi
lecho y las visiones de mi cabeza me aterraron.

3 Entonces di orden de traer a mi presencia a todos los sabios de
Babilonia para que me dieran a conocer la interpretación del sueño.

4 Vinieron los magos, adivinos, caldeos y astrólogos y, en
su
presencia, conté el sueño, pero su interpretación no me la dieron.

5 Después se presentó ante mí Daniel, por sobrenombre Beltsassar,
según el nombre de mi dios, en quien reside el espíritu de los dioses santos.
Yo le conté el sueño:

6 «Beltsassar, jefe de los magos, ya sé que tú posees el espíritu de los
dioses santos y que ningún misterio ofrece para ti dificultad: mira el sueño
que he tenido; dime su interpretación.

7 «En mi lecho, contemplaba las visiones de mi cabeza: «Un árbol
había en el centro de la tierra, de altura muy grande.

8 El árbol creció, se hizo corpulento, su altura llegaba hasta el cielo,
su expansión, hasta los confines de la tierra.

9 Era hermoso su ramaje, abundante su fruto; había en él comida para
todos, a su sombra se cobijaban las bestias del campo, en sus ramas
anidaban los pájaros del cielo, y toda carne se alimentaba de él.


10 Yo contemplaba, en mi lecho, las visiones de mi cabeza. En esto,
un Vigilante, un santo, bajaba del cielo.

11 Con recia voz gritaba así: “Abatid el árbol, cortad sus ramas,
arrancad sus hojas, tirad sus frutos; váyanse las bestias de debajo de él, y
los pájaros de sus ramas.

12 Pero dejad en tierra tocón y raíces con ataduras de hierro y bronce,
entre la hierba del campo. Sea bañado del rocío del cielo y comparta con las
bestias la hierba de la tierra.

13 Deje de ser su corazón de hombre, désele un corazón de bestia y
pasen por él siete tiempos.

14 Es la sentencia dictada por los Vigilantes, la cuestión decidida por
los Santos, para que sepa todo ser viviente que el Altísimo domina sobre el
reino de los hombres: se lo da a quien le place y exalta al más humilde de
los hombres.”»

15 «Tal es el sueño que he tenido yo, el rey Nabucodonosor. Tú,
Beltsassar, dime su interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino
ha podido darme a conocer su interpretación; pero tú puedes, porque en ti
reside el espíritu de los dioses santos.»

16 Entonces Daniel, por sobrenombre Beltsassar, quedó un instante
aturdido y turbado en sus pensamientos. El rey tomó la palabra y
dijo:

«Beltsassar, no te turbe este sueño y su interpretación.»
Respondió
Beltsassar: «¡ Oh mi señor, sea este sueño para tus
enemigos y su
interpretación para tus adversarios!

17 Ese árbol que has visto, que se hizo grande y corpulento, cuya
altura llegaba hasta el cielo y que era visible en toda la tierra,

18 que tenía hermoso ramaje y abundante fruto, en el que había
alimento para todos, bajo el cual se cobijaban las bestias del campo
y en
cuyas ramas anidaban los pájaros del cielo,

19 eres tú, oh rey, que te has hecho grande y poderoso, cuya grandeza
ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y cuyo dominio se extiende hasta los
confines de la tierra.

20 «En cuanto a lo que ha visto el rey: un Vigilante, un santo que
bajaba del cielo y decía: “Abatid el árbol, destruidlo, pero el
tocón y sus
raíces dejadlos en tierra, con ataduras de hierro y bronce, entre la hierba del
campo, y sea bañado del rocío del cielo y comparta la suerte con las bestias
del campo hasta que hayan pasado por él siete tiempos”,

21 ésta es su interpretación, oh rey, y el decreto del Altísimo que ha
tocado a mi señor el rey:

22 «Serás arrojado de entre los hombres y con las bestias del campo
morarás; hierba, como los bueyes, tendrás por comida, y serás bañado del
rocío del cielo; siete tiempos pasarán por ti, hasta que reconozcas
que el
Altísimo domina sobre el imperio de los hombres y que se lo da a quien le
place.

23 «Y la orden de dejar el tocón y las raíces del árbol, significa que tu
reino se te conservará hasta que hayas reconocido que todo poder viene del
Cielo.


24 Por eso, oh rey, acepta mi consejo: rompe tus pecados con obras de
justicia y tus iniquidades con misericordia para con los pobres, para que tu
ventura sea larga.»

25 Todo esto le sobrevino al rey Nabucodonosor.

26 Doce meses después, paseándose por la terraza del palacio real de
Babilonia,

27 iba diciendo el rey: «¿No es ésta la gran Babilonia que yo he
edificado como mi residencia real, con el poder de mi fuerza y para la gloria
de mi majestad?»

28 Aún estaban estas palabras en la boca del rey, cuando una voz cayó
del cielo: «¡A ti se te habla, rey Nabucodonosor! La realeza se te ha ido.

29 De entre los hombres serás arrojado, con las bestias del campo
morarás; hierba como los bueyes tendrás por comida, y siete tiempos
pasarán por ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el reino
de los hombres, y se lo da a quien le place.»

30 Y al punto se cumplió la palabra en Nabucodonosor: fue arrojado
de entre los hombres, se alimentó de hierba como los bueyes, su cuerpo fue
bañado del rocío del cielo, hasta crecerle sus cabellos como plumas
de
águila y sus uñas como las de las aves.

31 «Al cabo del tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al
cielo, y la razón volvió a mí; entonces bendije al Altísimo,
alabando y
exaltando al que vive eternamente, cuyo imperio es un imperio eterno,
y
cuyo reino dura por todas las generaciones.

32 Los habitantes todos de la tierra ante él, como si no contaran, hace
lo que quiere con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. Nadie
puede detener su mano o decirle: “¿Qué haces?”

33 «En aquel momento, la razón volvió a mí, y para gloria de mi
realeza volvieron también a mí majestad y esplendor; mis consejeros y mis
grandes me reclamaron, se me restableció en mi reino, y se me dio
una
grandeza todavía mayor.

34 Ahora, pues, yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y glorifico al Rey
del Cielo, porque sus obras todas son verdad, justicia todos sus caminos; él
sabe humillar a los que caminan con orgullo.»

Daniel 5

1 El rey Baltasar dio un gran festín en honor de sus mil dignatarios, y,
en presencia de estos mil, bebió vino.

2 Bajo el efecto del vino, Baltasar mandó traer los vasos de oro y plata
que su padre Nabucodonosor se había llevado del Templo de Jerusalén,
para que bebieran en ellos el rey, sus dignatarios, sus mujeres y
sus
concubinas.

3 Se trajeron, pues, los vasos de oro y plata tomados de la Casa
de
Dios en Jerusalén, y en ellos bebieron el rey, sus dignatarios, sus mujeres y
sus concubinas.

4 Bebieron vino y alabaron a sus dioses de oro y plata, de bronce y
hierro, de madera y piedra.


5 De pronto aparecieron los dedos de una mano humana que se
pusieron a escribir, detrás del candelabro, en la cal de la pared del palacio
real, y el rey vio la palma de la mano que escribía.

6 Entonces el rey cambió de color, sus pensamientos le turbaron, las
articulaciones de sus caderas se le relajaron y sus rodillas se
pusieron a
castañetear.

7 Y el rey mandó a buscar a gritos a los adivinos, caldeos y astrólogos.
Tomó el rey la palabra y dijo a los sabios de Babilonia: «El que lea este
escrito y me dé a conocer su interpretación, será vestido de púrpura, se le
pondrá al cuello un collar de oro, y mandará como tercero en el reino.»

8 Vinieron, pues, todos los sabios del rey; pero no pudieron leer el
escrito ni declarar al rey su interpretación.

9 El rey Baltasar se turbó mucho y su semblante cambió de color;
también sus dignatarios quedaron desconcertados.

10 En la sala del festín entró la reina, enterada por las palabras del rey
y de sus dignatarios. Y dijo la reina: «¡Viva el rey eternamente!
No te
turben tus pensamientos ni tu semblante cambie de color.

11 Hay en tu reino un hombre en quien reside el espíritu de los dioses
santos. Ya en tiempo de tu padre se halló en él luz, inteligencia y sabiduría
semejante a la sabiduría de los dioses, y tu padre, el rey Nabucodonosor, le
nombró jefe de los magos, adivinos, caldeos y astrólogos.

12 Por tanto, ya que en este Daniel, a quien el rey puso por
sobrenombre Beltsassar, se encontró un espíritu extraordinario, ciencia,
inteligencia y arte de interpretar sueños, de descifrar enigmas y de resolver
dificultades, sea llamado Daniel y él dará a conocer la interpretación.»

13 En seguida fue introducido Daniel a la presencia del rey, y el rey
dijo a Daniel: «¿Eres tú Daniel, uno de los judíos deportados, que mi padre
el rey trajo de Judá?

14 He oído decir que en ti reside el espíritu de los dioses y que hay en
ti luz, inteligencia y sabiduría extraordinarias.

15 Han sido introducidos ahora en mi presencia los sabios y adivinos
para que leyeran este escrito y me declararan su interpretación, pero han
sido incapaces de descubrir su sentido.

16 He oído decir que tú puedes dar interpretaciones y resolver
dificultades. Si, pues, logras leer este escrito y
declararme su
interpretación, serás vestido de púrpura, llevarás al cuello un collar de oro,
y mandarás como tercero en el reino.»

17 Daniel tomó la palabra y dijo delante del rey: «Quédate con tus
regalos y da tus obsequios a otro, que yo leeré igualmente al rey
este
escrito y le daré a conocer su interpretación.

18 Oh rey, el Dios Altísimo dio a tu padre Nabucodonosor reino,
grandeza, gloria y majestad.

19 Y por esta grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y
lenguas temblaban de miedo en su presencia: mataba él a quien quería,
dejaba vivir a quien quería, exaltaba a quien quería y a quien
quería
humillaba.


20 Pero habiéndose engreído su corazón y obstinado su espíritu hasta
la arrogancia, fue depuesto de su trono real, y se le quitó su gloria.

21 Fue expulsado de entre los hombres y su corazón se hizo semejante
al de las bestias; estuvo conviviendo con los onagros; se alimentó de hierba
como los bueyes, y su cuerpo fue bañado del rocío del cielo, hasta
que
reconoció que el Dios Altísimo domina sobre el reino de los hombres
y
pone en él a quien le place.

22 Pero tú, Baltasar, hijo suyo, no has humillado tu corazón, a pesar
de que sabías todo esto;

23 te has engreído contra el Señor del Cielo, se han traído a tu
presencia los vasos de su Casa, y tú, tus dignatarios, tus mujeres
y tus
concubinas, habéis bebido vino en ellos. Habéis celebrado a los dioses de
plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra, que no ven ni oyen ni
entienden, pero no has glorificado al Dios que tiene en sus manos tu propio
aliento y de quien dependen todos tus caminos.

24 Por eso ha enviado él esa mano que trazó este escrito.

25 La escritura trazada es: = Mené, Mené, Teqel y Parsín. =

26 Y ésta es la interpretación de las palabras: = Mené: = Dios ha
=
medido = tu reino y le ha puesto fin;

27 = Tequel: = has sido = pesado = en la balanza y encontrado falto de

peso;

28 = Parsín: = tu reino ha sido = dividido = y entregado a los medos y

los persas.»

29 Entonces Baltasar mandó revestir de púrpura a Daniel, ponerle un
collar de oro al cuello y proclamar que mandaba como tercero en el reino.

30 Aquella noche fue asesinado Baltasar, el rey de los caldeos.

Daniel 6

1 Y recibió el reino Darío el Medo, que contaba sesenta y dos años.

2 Plugo a Darío establecer en su reino ciento veinte sátrapas que
estuvieran por todo el reino,

3 bajo el mando de tres ministros - Daniel era uno de ellos -, a los que
los sátrapas deberían rendir cuentas, con el fin de impedir que el
rey
recibiera daño alguno.

4 Este mismo Daniel se distinguía entre los ministros y los sátrapas,
porque había en él un espíritu extraordinario, y el rey se proponía ponerle al
frente del reino entero.

5 Por ello los ministros y los sátrapas se pusieron a buscar un motivo
de acusación contra Daniel en algún asunto de Estado; pero no
pudieron
encontrar ningún motivo de acusación ni falta alguna, porque él era fiel y
no se le podía reprochar de negligencia ni falta.

6 Entonces se dijeron aquellos hombres: «No encontraremos ningún
motivo de acusación contra este Daniel si no es en materia de la ley de su
Dios.»

7 Los ministros y sátrapas acudieron, pues, atropelladamente ante el
rey y le hablaron así: «¡Viva eternamente el rey Darío!


8 Todos los ministros del reino, prefectos, sátrapas, consejeros y
gobernadores, aconsejan unánimemente que se promulgue un edicto real
para poner en vigor la prohibición siguiente: Todo aquel que en el término
de treinta días dirija una oración a quienquiera que sea, dios u
hombre,
fuera de ti, oh rey, será arrojado al foso de los leones.

9 Ahora pues, oh rey, da fuerza de ley a esta prohibición firmando el
edicto, de suerte que no se cambie nada, con arreglo a la ley de los medos y
persas, que es irrevocable.»

10 Ante esto, el rey Darío firmó el edicto de prohibición.

11 Al saber que había sido firmado el edicto, Daniel entró en su casa.
Las ventanas de su cuarto superior estaban orientadas hacia Jerusalén y tres
veces al día se ponía él de rodillas, para orar y dar gracias a su Dios; así lo
había hecho siempre.

12 Aquellos hombres vinieron atropelladamente y sorprendieron a
Daniel invocando y suplicando a su Dios.

13 Entonces se presentaron al rey y le dijeron acerca de la prohibición
real: «¿No has firmado tú una prohibición según la cual todo el
que
dirigiera, en el término de treinta días, una oración a quienquiera que fuese,
dios u hombre, fuera de ti, oh rey, sería arrojado al foso de
los leones?»
Respondió el rey: «La cosa está decidida, según la ley de los medos y los
persas, que es irrevocable.»

14 Entonces ellos dijeron en presencia del rey: «Daniel, ese deportado
de Judá, no hace caso de ti, oh rey, ni de la prohibición que tú has firmado:
tres veces al día hace su oración.»

15 Al oír estas palabras, el rey se afligió mucho y se propuso salvar a
Daniel; hasta la puesta del sol estuvo buscando el modo de librarle.

16 Pero aquellos hombres volvieron atropelladamente ante el rey y le
dijeron: «Ya sabes, oh rey, que según la ley de los medos y los
persas
ninguna prohibición o edicto dado por el rey puede ser modificado.»

17 Entonces el rey dio orden de traer a Daniel y de arrojarle al foso de
los leones. El rey dijo a Daniel: «Tu Dios, a quien sirves con perseverancia,
te librará.»

18 Se trajo una piedra que fue colocada a la entrada del foso, y el rey
la selló con su anillo y con el anillo de sus dignatarios, para
que no se
pudiese cambiar la suerte de Daniel.

19 Después el rey volvió a su palacio y pasó la noche en ayuno; no
dejó que le trajeran concubinas y el sueño huyó de él.

20 Al amanecer, al rayar el alba, el rey se levantó y se dirigió a toda
prisa al foso de los leones.

21 Acercándose al foso, gritó a Daniel con voz angustiada: «Daniel,
servidor del Dios vivo, tu Dios, a quien sirves con perseverancia,
¿ha
podido librarte de los leones?»

22 Entonces Daniel habló con el rey: «¡Viva el rey eternamente!

23 Mi Dios ha enviado a su ángel, que ha cerrado la boca de los leones
y no me han hecho ningún mal, porque he sido hallado inocente ante él. Y
tampoco ante ti, oh rey, he cometido falta alguna.»


24 El rey entonces se alegró mucho y mandó sacar a Daniel del foso.
Sacaron a Daniel del foso y no se le encontró herida alguna, porque había
confiado en su Dios.

25 Y el rey mandó traer a aquellos hombres que habían acusado a
Daniel y echarlos al foso de los leones, a ellos, y a sus hijos y mujeres. Y no
habían llegado aún al fondo del foso cuando ya los leones se habían lanzado
sobre ellos y les habían triturado todos los huesos.

26 Entonces, el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y
lenguas que habitaban en toda la tierra: «¡Sea grande vuestra paz!

27 Por mí se decreta que en todos los dominios de mi reino se tema y
se tiemble ante el Dios de Daniel, porque él es el Dios vivo, que subsiste
por siempre, - su reino no será destruido y su imperio durará hasta el fin -

28 el que salva y libera, obra señales y milagros en los cielos y en la
tierra; el que ha salvado a Daniel del poder de los leones.»

29 Y este mismo Daniel floreció en el reinado de Darío y en el reinado
de Ciro el Persa.

Daniel 7

1 El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, Daniel tuvo un sueño y
visiones de su cabeza, mientras se hallaba en su lecho. En seguida puso el
sueño por escrito. Comienzo del relato:

2 Daniel tomó la palabra y dijo: Contemplaba yo en mi visión durante
la noche lo siguiente: los cuatro vientos del cielo agitaron el mar grande,

3 y cuatro bestias enormes, diferentes todas entre sí, salieron del mar.
4 La primera era como un león con alas de águila. Mientras yo la

miraba, le fueron arrancadas las alas, fue levantada de la tierra,
se
incorporó sobre sus patas como un hombre, y se le dio un corazón de
hombre.

5 A continuación, otra segunda bestia, semejante a un oso, levantada
de un costado, con tres costillas en las fauces, entre los dientes.
Y se le
decía: «Levántate, devora mucha carne.»

6 Después, yo seguía mirando y vi otra bestia como un leopardo con
cuatro alas de ave en su dorso; la bestia tenía cuatro cabezas, y se le dio el
dominio.

7 Después seguí mirando, en mis visiones nocturnas, y vi una cuarta
bestia, terrible, espantosa, extraordinariamente fuerte; tenía
enormes
dientes de hierro; comía, trituraba, y lo sobrante lo pisoteaba con sus patas.
Era diferente de las bestias anteriores y tenía diez cuernos.

8 Estaba yo observando los cuernos, cuando en esto despuntó entre
ellos otro cuerno, pequeño, y tres de los primeros cuernos
fueron
arrancados delante de él. Tenía este cuerno ojos como los de un hombre, y
una boca que decía grandes cosas.

9 Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano
se sentó. Su vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su
cabeza,
puros como la lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego
ardiente.


10 Un río de fuego corría y manaba delante de él. Miles de millares le
servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él. El
tribunal se
sentó, y se abrieron los libros.

11 Miré entonces, atraído por el ruido de las grandes cosas que decía
el cuerno, y estuve mirando hasta que la bestia fue muerta y su
cuerpo
destrozado y arrojado a la llama de fuego.

12 A las otras bestias se les quitó el dominio, si bien se les concedió
una prolongación de vida durante un tiempo y hora determinados.

13 Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que
en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el
Anciano y fue llevado a su presencia.

14 A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones
y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y
su reino no será destruido jamás.

15 Yo, Daniel, quedé muy impresionado en mi espíritu por estas
cosas, y las visiones de mi cabeza me dejaron turbado.

16 Me acerqué a uno de los que estaban allí de pie y le pedí que me
dijera la verdad acerca de todo esto. El me respondió y me indicó
la
interpretación de estas cosas:

17 «Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que surgirán de la
tierra.

18 Los que han de recibir el reino son los santos del Altísimo, que
poseerán el reino eternamente, por los siglos de los siglos.»

19 Después quise saber la verdad sobre la cuarta bestia, que era
diferente de las otras, extraordinariamente terrible, con dientes de hierro y
uñas de bronce, que comía, trituraba y pisoteaba con sus patas lo sobrante;

20 y acerca de los diez cuernos que había en su cabeza, y del otro
cuerno que había despuntado, ante el cual cayeron los tres primeros; y de
este cuerno que tenía ojos y una boca que decía grandes cosas, y
cuyo
aspecto era mayor que el de los otros.

21 Yo contemplaba cómo este cuerno hacía la guerra a los santos y los
iba subyugando,

22 hasta que vino el Anciano a hacer justicia a los santos del Altísimo,
y llegó el tiempo en que los santos poseyeron el reino.

23 El habló así: «La cuarta bestia será un cuarto reino que habrá en la
tierra, diferente de todos los reinos. Devorará toda la tierra, la aplastará y
la
pulverizará.

24 Y los diez cuernos: de este reino saldrán diez reyes, y otro saldrá
después de ellos; será diferente de los primeros y derribará a tres reyes;

25 proferirá palabras contra el Altísimo y pondrá a prueba a los santos
del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos y la ley, y los santos
serán
entregados en sus manos por un tiempo y tiempos y medio tiempo.

26 Pero el tribunal se sentará, y el dominio le será quitado, para ser
destruido y aniquilado definitivamente.


27 Y el reino y el imperio y la grandeza de los reinos bajo los cielos
todos serán dados al pueblo de los santos del Altísimo. Reino eterno es su
reino, y todos los imperios le servirán y le obedecerán.»

28 Hasta aquí la relación. Yo, Daniel, quedé muy turbado en mis
pensamientos, se me demudó el color del rostro y guardé estas cosas en mi
corazón.

Daniel 8

1 El año tercero del reinado del rey Baltasar, yo, Daniel, tuve una
visión después de la tenida anteriormente.

2 Miré durante la visión y me veía en Susa, la plaza fuerte que está en
la provincia de Elam; en la visión miré, y me encontraba en la puerta del
Ulay.

3 Levanté los ojos para ver, y vi un carnero que estaba delante de la
puerta. Tenía dos cuernos; los dos cuernos eran altos, pero uno más que otro
y el más alto había despuntado el último.

4 Vi que el carnero acometía contra el oeste, el norte y el sur. Ninguna
bestia podía resistirle, nada podía escapar a su poder. Hacía lo que
le
parecía y así se hizo grande.

5 Estaba yo cavilando, y he aquí que un macho cabrío vino de
occidente, recorriendo la tierra entera sin tocar el suelo; este macho cabrío
tenía un cuerno «magnífico» entre los ojos.

6 Vino donde el carnero de dos cuernos que yo había visto en pie
delante de la puerta y corrió hacia él con todo el ardor de su fuerza.

7 Vi cómo alcanzaba al carnero, enfurecido contra él; embistió al
carnero, y le rompió los dos cuernos, sin que el carnero tuviera fuerzas para
resistirle; lo echó por tierra y lo pisoteó; no había nadie que
librara al
carnero de su mano.

8 El macho cabrío se hizo muy grande, pero cuando estaba en la
plenitud de su poder, el gran cuerno se rompió y en su lugar despuntaron
cuatro «magníficos» en la dirección de los cuatro vientos del cielo.

9 De uno de ellos salió un cuerno, pequeño, que creció mucho en
dirección del sur, del oriente y de la Tierra del Esplendor.

10 Creció hasta el ejército del cielo, precipitó en tierra parte del
ejército y de las estrellas, y las pisoteó con sus pies.

11 Llegó incluso hasta el Jefe del ejército, abolió el sacrificio perpetuo
y sacudió el cimiento de su santuario

12 y al ejército; en el lugar del sacrificio puso la iniquidad y tiró por
tierra la verdad; así obró y le acompañó el éxito.

13 Oí entonces a un santo que hablaba, y a otro santo que decía al que
hablaba: «¿Hasta cuándo la visión: el sacrificio perpetuo, la iniquidad
desoladora, el santuario y el ejército pisoteados?»

14 Le respondió: «Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas: después
será reivindicado el santuario.»

15 Mientras yo, Daniel, contemplaba esta visión y trataba de
comprenderla, vi de pronto delante de mí como una apariencia de hombre,


16 y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: «Gabriel,
explícale a éste la visión.»

17 El se acercó al lugar donde yo estaba y, cuando llegó, me aterroricé
y caí de bruces. Me dijo: «Hijo de hombre, entiende: la visión se refiere al
tiempo del Fin.»

18 Mientras él me hablaba, yo me desvanecí, rostro en tierra. El me
tocó y me hizo incorporarme donde estaba.

19 Luego dijo: «Mira, voy a manifestarte lo que ocurrirá al fin de la
Ira, porque el Fin está fijado.

20 El carnero que has visto, sus dos cuernos, son los reyes de los
medos y los persas.

21 El macho cabrío velludo es el rey de Yaván; el cuerno grande entre
sus ojos, es el primer rey.

22 El cuerno roto y los cuatro cuernos que despuntaron en su lugar,
son cuatro reinos salidos de su nación, pero que no tendrán su fuerza.

23 «Y al término de su reino, cuando lleguen al colmo los pecados,
surgirá un rey, insolente y hábil en engaños.

24 Se hará poderosa su fuerza - mas no por su fuerza misma - tramará
cosas inauditas, prosperará en sus empresas, destruirá a poderosos y
al
pueblo de los santos.

25 Y, por su habilidad, triunfará el engaño entre sus manos. Se
exaltará en su corazón, y por sorpresa destruirá a muchos. Se alzará contra
el Príncipe de los Príncipes, pero - sin que mano alguna intervenga - será
quebrantado.

26 Es verdad la visión de las tardes y mañanas que se ha dicho, mas tú
guarda en secreto la visión, pues habrá aún para muchos días.»

27 Yo, Daniel, desfallecí y estuve enfermo unos cuantos días. Luego
me levanté para ocuparme de los asuntos del rey. Seguía perplejo por
la
visión, que no se podía comprender.

Daniel 9

1 El año primero de Darío, hijo de Asuero, de la raza de los medos,
que subió al trono del reino de Caldea,

2 el año primero de su reinado, yo, Daniel, me puse a investigar en las
Escrituras sobre el número de años que, según la palabra de Yahveh
dirigida al profeta Jeremías, debían pasar sobre las ruinas de
Jerusalén, a
saber setenta años.

3 Volví mi rostro hacia el Señor Dios para implorarle con oraciones y
súplicas, en ayuno, sayal y ceniza.

4 Derramé mi oración a Yahveh mi Dios, y le hice esta confesión:

«¡Ah, señor, Dios grande y temible, que guardas la Alianza y el amor a los
que te aman y observan tus mandamientos.

5 Nosotros hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos sido
malos, no hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de
tus normas.


6 No hemos escuchado a tus siervos los profetas que en tu nombre
hablaban a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres, a todo el
pueblo de la tierra.

7 A ti, Señor, la justicia, a nosotros la vergüenza en el rostro, como
sucede en este día, a nosotros, a los hombres de Judá, a los habitantes de
Jerusalén y a Israel entero, próximos y lejanos, en todos los países donde tú
los dispersaste a causa de las infidelidades que cometieron contra ti.

8 Yahveh, a nosotros la vergüenza, a nuestros reyes, a nuestros
príncipes, a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti.

9 Al Señor Dios nuestro, la piedad y el perdón, porque nos hemos
rebelado contra él,

10 y no hemos escuchado la voz de Yahveh nuestro Dios para seguir
sus leyes, que él nos había dado por sus siervos los profetas.

11 Todo Israel ha transgredido tu ley, ha desertado sin querer escuchar
tu voz, y sobre nosotros han caído la maldición y la imprecación escritas en
la ley de Moisés, siervo de Dios, porque hemos pecado contra él.

12 El ha cumplido las palabras que había pronunciado contra nosotros
y contra los príncipes que nos gobernaban: que haría venir sobre nosotros
una calamidad tan grande como no habría jamás bajo el cielo otra
mayor
que la que alcanzara a Jerusalén.

13 Según está escrito en la ley de Moisés, toda esta calamidad nos ha
sobrevenido, pero nosotros no hemos aplacado el rostro de Yahveh nuestro
Dios, convirtiéndonos de nuestras iniquidades y aprendiendo a conocer
tu
verdad.

14 Yahveh ha estado atento a esta calamidad, la ha descargado sobre
nosotros. Porque es justo Yahveh nuestro Dios en todas las obras que ha
hecho, pero nosotros no hemos escuchado su voz.

15 Y ahora, Señor Dios nuestro, que con mano fuerte sacaste a tu
pueblo del país de Egipto y te granjeaste con ello un nombre que dura hasta
el presente, nosotros hemos pecado, hemos sido malos.

16 Señor, por todas tus justicias, retira tu cólera y tu furor de
Jerusalén, tu ciudad, monte santo tuyo; pues, a causa de nuestros pecados y
de las iniquidades de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el escarnio
de todos los que nos circundan.

17 Y ahora, oh Dios nuestro, escucha la oración de tu siervo y sus
súplicas. Ilumine tu rostro tu santuario desolado, ¡por ti mismo, Señor!

18 Inclina, Dios mío, tu oído y escucha. Abre tus ojos y mira nuestras
ruinas y la ciudad sobre la cual se invoca tu nombre. No, no nos apoyamos
en nuestras obras justas para derramar ante ti nuestras súplicas, sino en tus
grandes misericordias.

19 ¡Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y obra! ¡No
tardes más, por ti mismo, Dios mío, pues tu nombre se invoca sobre
tu
ciudad y sobre tu pueblo.»

20 Todavía estaba yo hablando, haciendo mi oración, confesando mis
pecados y los pecados de mi pueblo Israel, y derramando mi súplica ante
Yahveh mi Dios, por el santo monte de mi Dios;


21 aún estaba hablando en oración, cuando Gabriel, el personaje que
yo había visto en visión al principio, vino volando donde mí a la hora de la
oblación de la tarde.

22 Vino y me habló. Dijo: «Daniel, he salido ahora para ilustrar tu
inteligencia.

23 Desde el comienzo de tu súplica, una palabra se emitió y yo he
venido a revelártela, porque tú eres el hombre de las predilecciones.
Comprende la palabra, entiende la visión:

24 Setenta semanas están fijadas sobre tu pueblo y tu ciudad santa
para poner fin a la rebeldía, para sellar los pecados, para expiar
la culpa,
para instaurar justicia eterna, para sellar visión y profecía, para
ungir el
santo de los santos.

25 «Entiende y comprende: Desde el instante en que salió la orden de
volver a construir Jerusalén, hasta un Príncipe Mesías, siete semanas
y
sesenta y dos semanas, plaza y foso serán reconstruidos, pero en la angustia
de los tiempos.

26 Y después de las sesenta y dos semanas un mesías será suprimido,
y no habrá para él... y destruirá la ciudad y el santuario el
pueblo de un
príncipe que vendrá. Su fin será en un cataclismo y, hasta el final, la guerra
y los desastres decretados.

27 El concertará con muchos una firme alianza una semana; y en
media semana hará cesar el sacrificio y la oblación, y en el ala del Templo
estará la abominación de la desolación, hasta que la ruina decretada
se
derrame sobre el desolador.»

Daniel 10

1 El año tercero de Ciro, rey de Persia, una palabra fue revelada a
Daniel, por sobrenombre Beltsassar. Palabra verdadera: gran lucha. El
comprendió la palabra; le fue dada en visión su inteligencia.

2 En aquel tiempo, yo, Daniel, hice penitencia durante tres semanas:

3 no comí alimento sabroso; ni carne ni vino entraron en mi boca, ni
me ungí, hasta el término de estas tres semanas.

4 El día veinticuatro del primer mes, estando a orillas del río grande,
el Tigris,

5 levanté los ojos para ver. Vi esto: Un hombre vestido de lino,
ceñidos los lomos de oro puro:

6 su cuerpo era como de crisólito, su rostro, como el aspecto del
relámpago, sus ojos como antorchas de fuego, sus brazos y sus piernas
como el fulgor del bronce bruñido, y el son de sus palabras como el ruido
de una multitud.

7 Sólo yo, Daniel, contemplé esta visión: los hombres que estaban
conmigo no veían la visión, pero un gran temblor les invadió y huyeron a
esconderse.

8 Quedé yo solo contemplando esta gran visión; estaba sin fuerzas; se
demudó mi rostro, desfigurado, y quedé totalmente sin fuerzas.

9 Oí el son de sus palabras y, al oírlo, caí desvanecido, rostro en tierra.


10 En esto una mano me tocó, haciendo castañear mis rodillas y las
palmas de mis manos.

11 Y me dijo: «Daniel, hombre de las predilecciones, comprende las
palabras que voy a decirte, e incorpórate, porque yo he sido enviado ahora
donde ti.» Al decirme estas palabras me incorporé temblando.

12 Luego me dijo: «No temas, Daniel, porque desde el primer día en
que tú intentaste de corazón comprender y te humillaste delante de tu Dios,
fueron oídas tus palabras, y precisamente debido a tus palabras he venido
yo.

13 El Príncipe del reino de Persia me ha hecho resistencia durante
veintiún días, pero Miguel, uno de los Primeros Príncipes, ha venido en mi
ayuda. Le he dejado allí junto a los reyes de Persia

14 y he venido a manifestarte lo que le ocurrirá a tu pueblo al fin de
los días. Porque hay todavía una visión para esos días.»

15 Al decirme estas palabras, di con mi rostro en tierra y quedé en
silencio;

16 y he aquí que una figura de hijo de hombre me tocó los labios. Abrí
la boca para hablar y dije a aquel que estaba delante de mí: «Señor mío,
ante esta visión la angustia me invade y ya no tengo fuerzas.

17 Y ¿cómo este siervo de mi Señor podría hablar con mi Señor,
cuando ahora las fuerzas me faltan y ni aliento me queda?»

18 El que tenía aspecto de hombre me tocó de nuevo y me reanimó.

19 Me dijo: «No temas, hombre de las predilecciones; la paz sea
contigo, cobra fuerza y ánimo.» Y, mientras me hablaba, me
sentí
reanimado y dije: «Hable mi Señor, porque me has confortado.»

20 Me dijo entonces: «¿Sabes por qué he venido donde ti? Y ahora
volveré a luchar con el Príncipe de Persia: cuando haya terminado, verás
que viene el Príncipe de Yaván.

21 Pero voy a revelarte lo que está consignado en el Libro de la
Verdad. Nadie me presta ayuda para esto, excepto Miguel, vuestro Príncipe,

Daniel 11

1 mi apoyo para darme ayuda y sostenerme.

2 Pero ahora voy a revelarte la verdad. «Mira: En Persia habrá todavía
tres reyes; el cuarto tendrá más riquezas que todos ellos, y cuando por su
riqueza se haya hecho poderoso provocará a todos los reinos de Yaván.

3 Surgirá entonces un rey valeroso que dominará en un gran imperio y
actuará a placer.

4 En trance de engrandecerse, su reino será quebrantado y repartido a
los cuatros vientos del cielo, pero no entre su descendencia ni
con un
dominio como el que él había ejercido, porque su reino será
extirpado y
entregado a otros distintos de aquélla.

5 «El rey del Mediodía se hará fuerte; uno de sus príncipes se hará
más fuerte que él y tendrá un imperio mayor que el suyo.

6 Algunos años después concertarán una alianza, y la hija del rey del
Mediodía vendrá donde el rey del Norte para realizar el convenio. Pero no


resistirá la fuerza de su brazo, ni subsistirá su descendencia: será entregada,
ella y las personas de su séquito, así como su hijo y el que era su apoyo. En
aquel tiempo,

7 se alzará en su lugar un retoño de sus raíces, que vendrá contra el
ejército, entrará en la fortaleza del rey del Norte, y los tratará
como
vencedor.

8 Sus mismos dioses, sus estatuas y sus objetos preciosos de plata y
oro serán el botín que se llevará a Egipto, y durante algunos años
se
mantendrá a distancia del rey del Norte.

9 Este entrará en el reino del rey del Mediodía y luego regresará a su

país.

10 Sus hijos se prepararán para la guerra y reunirán una gran multitud

de tropas, y él vendrá, irrumpirá como un río, pasará y se
levantará de
nuevo en guerra hasta su fortaleza.

11 Entonces el rey del Mediodía, montando en cólera, saldrá a
combatir contra el rey del Norte, que movilizará una gran multitud;
pero
esta multitud caerá en sus manos.

12 La multitud quedará aniquilada; su corazón se exaltará entonces,
aplastará a miríadas de hombres, pero no durará su fuerza.

13 El rey del Norte volverá a la carga después de movilizar una
multitud más numerosa que la primera, y al cabo de algunos años irrumpirá
con un gran ejército y abundante aparato.

14 Por entonces se levantarán muchos contra el rey del Mediodía y los
violentos de entre los de tu pueblo se alzarán con ánimo de cumplir
la
visión, pero fracasarán.

15 Vendrá el rey del Norte, levantará trincheras y tomará una ciudad
fortificada. Los brazos del rey del Mediodía no resistirán; ni
siquiera lo
mejor del pueblo tendrá fuerzas para resistir.

16 Aquel que avanza contra él le tratará a su capricho, sin que haya
quien pueda resistirle: se establecerá en la Tierra del Esplendor, llevando en
sus manos la destrucción.

17 Concebirá el proyecto de subyugar su reino entero; luego hará un
pacto con él dándole una hija de las mujeres con el fin de destruirle, pero
esto no se logrará ni resultará así.

18 Entonces se volverá hacia las islas y tomará un buen número de
ellas; pero un magistrado pondrá fin a su ultraje sin que él pueda devolverle
el ultraje.

19 «Luego se volverá hacia los baluartes de su país, pero tropezará,
caerá y no se le encontrará más.

20 En su lugar surgirá otro, que enviará un exactor contra el esplendor
real: en pocos días será destruido, mas no en público ni en guerra.

21 «En su lugar se levantará un miserable, a quien no se le darán los
honores reales. Se insinuará astutamente y se apoderará del reino por
intrigas.

22 Las fuerzas invasoras se hundirán ante él y serán destruidas, así
como también el Príncipe de una alianza.


23 Por medio de sus cómplices obrará con engaño y, aunque con poca
gente, se irá haciendo fuerte.

24 Invadirá a placer los lugares ricos de la provincia y hará lo que no
habían hecho ni sus padres ni los padres de sus padres: distribuirá
entre
ellos botín, despojos y riquezas, y tramará maquinaciones
contra las
fortalezas, aunque sólo por un tiempo.

25 «Incitará su fuerza y su corazón contra el rey del Mediodía con un
gran ejército. El rey del Mediodía saldrá a la guerra con un
ejército muy
grande y muy poderoso, pero no podrá resistir, pues se tramarán contra él
maquinaciones.

26 Y los mismos que compartían sus manjares le destruirán; su
ejército quedará hundido y caerán muchos muertos.

27 «En cuanto a los dos reyes, su corazón lleno de maldad, incluso
sentados a la misma mesa, sólo se dirán mentiras; pero no lograrán
nada,
porque el tiempo fijado está aún por venir.

28 El volverá a su país con grandes riquezas, su corazón contra la
Alianza santa; actuará y luego regresará a su país.

29 Llegado el momento, volverá de nuevo hacia el Mediodía, pero
esta vez no resultará como la primera.

30 Vendrán contra él las naves de los Kittim, y se desanimará.
Volverá atrás y se encorajinará furiosamente contra la Alianza santa, y una
vez más tendrá en consideración a los que abandonen la Alianza santa.

31 «De su parte surgirán fuerzas armadas, profanarán el santuario -
ciudadela, abolirán el sacrificio perpetuo y pondrán allí la abominación de
la desolación.

32 A los violadores de la Alianza los corromperá con halagos, pero el
pueblo de los que conocen a su Dios se mantendrá firme y actuará.

33 Los doctos del pueblo instruirán a la multitud; mas sucumbirán
bajo la espada y la llama, la cautividad y la expoliación, durante
algún
tiempo.

34 Cuando sucumban, recibirán poca ayuda; y muchos se unirán a
ellos traidoramente.

35 Entre los doctos sucumbirán algunos, para que entre ellos haya
quienes sean purgados, lavados y blanqueados, hasta el tiempo del Fin,
porque el tiempo fijado está aún por venir.

36 «El rey actuará a placer; se engreirá y se exaltará por encima de
todos los dioses, y contra el Dios de los dioses proferirá cosas inauditas;
prosperará hasta que se haya colmado la Ira, - porque lo que está decidido
se cumplirá.

37 No hará caso de los dioses de sus padres, no se cuidará del favorito
de las mujeres ni de ningún otro dios; sólo a sí mismo se exaltará
por
encima de todos.

38 En su lugar venerará al dios de las fortalezas; venerará con oro y
plata, piedras preciosas y joyas, a un dios a quien sus padres no conocieron.


39 Pondrá como defensores de las fortalezas al pueblo de un dios
extranjero; a los que le reconozcan, les colmará de honores dándoles
dominio sobre muchos y repartiéndoles la tierra como recompensa.

40 «Al tiempo del Fin, el rey del Mediodía se enfrentará a él; el rey
del Norte irrumpirá contra aquél con carros, jinetes y numerosas
naves.
Entrará en sus tierras, las invadirá y atravesará.

41 Vendrá a la Tierra del Esplendor, donde caerán muchos, pero de
sus manos escaparán los siguientes: Edom, Moab y los restos de los
ammonitas.

42 «Extenderá su mano sobre los países: ni el país de Egipto escapará.
43 Se apoderará de los tesoros de oro y plata y de todos los objetos

preciosos de Egipto. Libios y kusitas le seguirán.

44 Pero noticias venidas del Oriente y del Norte le turbarán; saldrá
entonces con gran furor, con ánimo de destruir y exterminar a muchos.

45 Plantará sus tiendas reales entre el mar y el santo monte de la
Tierra del Esplendor. Entonces llegará a su fin y nadie vendrá en su ayuda.

Daniel 12

1 «En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que defiende a los
hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no habrá habido
hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo
se
salvará tu pueblo: todos los que se encuentren inscritos en el Libro.

2 Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán,
unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno.

3 Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que
enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

4 «Y tú, Daniel, guarda en secreto estas palabras y sella el libro hasta
el tiempo del Fin. Muchos andarán errantes acá y allá, y la
iniquidad
aumentará.»

5 Yo, Daniel, miré y vi a otros dos que estaban de pie a una y otra
parte del río.

6 Uno de ellos dijo al hombre vestido de lino que estaba sobre las
aguas del río: «¿Cuándo será el cumplimiento de estas maravillas?»

7 Y oí al hombre vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río,
jurar, levantando al cielo la mano derecha y la izquierda, por Aquel
que
vive eternamente: «Un tiempo, tiempos y medio tiempo, y todas estas cosas
se cumplirán cuando termine el quebrantamiento de la fuerza del Pueblo
santo.»

8 Yo oí, pero no comprendí. Luego dije: «Señor mío, ¿cuál será la
última de estas cosas?»

9 Dijo: «Anda, Daniel, porque estas palabras están cerradas y selladas
hasta el tiempo del Fin.

10 Muchos serán lavados, blanqueados y purgados; los impíos
seguirán haciendo el mal; ningún impío comprenderá nada; sólo los doctos
comprenderán.


11 Contando desde el momento en que sea abolido el sacrificio
perpetuo e instalada la abominación de la desolación: mil doscientos
noventa días.

12 Dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientos treinta y
cinco días.

13 Y tú, vete a descansar; te levantarás para recibir tu suerte al Fin de
los días.»

Daniel 13

1 Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín.

2 Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que
era muy bella y temerosa de Dios;

3 sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de
Moisés.

4 Joaquín era muy rico, tenía un jardín contiguo a su casa, y los
judíos solían acudir donde él, porque era el más prestigioso de todos.

5 Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos, escogidos
entre el pueblo, de aquellos de quienes dijo el Señor: «La iniquidad salió en
Babilonia de los ancianos y jueces que se hacían guías del pueblo.»

6 Venían éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían
algún litigio se dirigían a ellos.

7 Cuando todo el mundo se había retirado ya, a mediodía, Susana
entraba a pasear por el jardín de su marido.

8 Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los días,
empezaron a desearla.

9 Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus
justos juicios.

10 Estaban, pues, los dos apasionados por ella, pero no se descubrían
mutuamente su tormento,

11 por vergüenza de confesarse el deseo que tenían de unirse a ella,
12 y trataban afanosamente de verla todos los días.

13 Un día, después de decirse el uno al otro: «Vamos a casa, que es
hora de comer», salieron y se fueron cada uno por su lado.

14 Pero ambos volvieron sobre sus pasos y se encontraron de nuevo
en el mismo sitio. Preguntándose entonces mutuamente el motivo, se
confesaron su pasión y acordaron buscar el momento en que pudieran
sorprender a Susana a solas.

15 Mientras estaban esperando la ocasión favorable, un día entró
Susana en el jardín como los días precedentes, acompañada solamente de
dos jóvenes doncellas, y como hacía calor quiso bañarse en el jardín.

16 No había allí nadie, excepto los dos ancianos que, escondidos,
estaban al acecho.


17 Dijo ella a las doncellas: «Traedme aceite y perfume, y cerrad las
puertas del jardín, para que pueda bañarme.»

18 Ellas obedecieron, cerraron las puertas del jardín y salieron por la
puerta lateral para traer lo que Susana había pedido; no sabían que
los
ancianos estaban escondidos.

19 En cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron,
fueron corriendo donde ella,

20 y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve.

Nosotros te deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros.

21 Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que estaba contigo un
joven y que por eso habías despachado a tus doncellas.»

22 Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me estrecha por todas partes! Si
hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros.

23 Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo hecho
que pecar delante del Señor.»

24 Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos
gritaron también contra ella,

25 y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.

26 Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos se precipitaron por
la puerta lateral para ver qué ocurría,

27 y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron
muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de
Susana.

28 A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de
Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos
inicuos contra Susana para hacerla morir.

29 Y dijeron en presencia del pueblo: «Mandad a buscar a Susana,
hija de Jilquías, la mujer de Joaquín.» Mandaron a buscarla,

30 y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de
todos sus parientes.

31 Susana era muy delicada y de hermoso aspecto.

32 Tenía puesto el velo, pero aquellos miserables ordenaron que se le
quitase el velo para saciarse de su belleza.

33 Todos los suyos lloraban, y también todos los que la veían.

34 Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus
manos sobre su cabeza.

35 Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía
puesta su confianza en Dios.

36 Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros nos paseábamos solos
por el jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y
luego
despachó a las doncellas.


37 Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se
acostó con ella.

38 Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta
iniquidad, fuimos corriendo donde ellos.

39 Los sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle porque
era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó.

40 Pero a ésta la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven.
41 No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.» La

asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la
condenaron a muerte.

42 Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh Dios eterno, que conoces
los secretos, que todo lo conoces antes que suceda,

43 tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y
ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado
contra mí.»

44 El Señor escuchó su voz

45 y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un
jovencito llamado Daniel,

46 que se puso a gritar: «¡Yo estoy limpio de la sangre de esta
mujer!»

47 Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: «¿Qué significa eso que
has dicho?»

48 El, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, hijos de
Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una hija de Israel?

49 ¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han
levantado contra ella!»

50 Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a
Daniel: «Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya que
Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad.»

51 Daniel les dijo entonces: «Separadlos lejos el uno del otro, y yo les
interrogaré.»

52 Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo:

«Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu
vida pasada,

53 dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y
absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: "No
matarás al
inocente y al justo."

54 Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos.»
Respondió él: «Bajo una acacia.»

55 «En verdad - dijo Daniel - contra tu propia cabeza has mentido,
pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por
el medio.»


56 Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que
no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido
tu
corazón!

57 Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban
a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad.

58 Ahora pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?» El
respondió: «Bajo una encina.»

59 En verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia
cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para partirte
por el medio, a fin de acabar con vosotros.»

60 Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a
Dios que salva a los que esperan en él.

61 Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su
propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio

62 y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que
ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y aquel día se
salvó una sangre inocente.

63 Jilquías y su mujer dieron gracias a Dios por su hija Susana, así
como Joaquín su marido y todos sus parientes, por el hecho de que
nada
indigno se había encontrado en ella.

64 Y desde aquel día en adelante Daniel fue grande a los ojos del
pueblo.

Daniel 14

1 El rey Astiages fue a reunirse con sus padres, y le sucedió Ciro el

Persa.

2 Daniel era comensal del rey y más honrado que ningún otro de sus

amigos.

3 Tenían los babilonios un ídolo, llamado Bel, con el que se gastaban
cada día doce artabas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis medidas de
vino.

4 El rey también le veneraba y todos los días iba a adorarle. Daniel,
en cambio, adoraba a su Dios.

5 El rey le dijo: «¿Por qué no adoras a Bel?» El respondió: «Porque
yo no venero a ídolos hechos por mano humana, sino solamente al Dios
vivo que hizo el cielo y la tierra y que tiene poder sobre toda carne.»

6 Díjole el rey: ¿Crees que Bel no es un dios vivo? ¿No ves todo lo
que come y bebe a diario?»

7 Daniel se echó a reír: «Oh rey, no te engañes - dijo -, por dentro es
de arcilla y por fuera de bronce, y eso no ha comido ni bebido jamás.»


8 Entonces el rey, montando en cólera, mandó llamar a sus sacerdotes
y les dijo: «Si no me decís quién es el que come este dispendio, moriréis;
pero si demostráis que el que lo come es Bel, morirá Daniel por
haber
blasfemado contra Bel.»

9 Daniel dijo al rey: «¡Hágase según tu palabra!» Eran setenta los
sacerdotes de Bel, sin contar las mujeres y los hijos.

10 El rey se dirigió, pues, con Daniel al templo de Bel,

11 y los sacerdotes de Bel le dijeron: «Mira, nosotros vamos a salir de
aquí; tú, oh rey, manda poner la comida y el vino mezclado; luego cierra la
puerta y séllada con tu anillo; si mañana por la mañana, cuando vuelvas, no
encuentras que Bel se lo ha comido todo, moriremos nosotros; en caso
contrario, morirá Daniel que nos ha calumniado.»

12 Estaban ellos tranquilos, porque se habían hecho una entrada
secreta debajo de la mesa y por allí entraban normalmente a llevarse
las
ofrendas.

13 En cuanto salieron y el rey depositó la comida ante Bel,

14 Daniel mandó a sus criados que trajeran ceniza y la esparcieran
por todo el suelo del templo, sin más testigo que el rey. Luego
salieron,
cerraron la puerta, la sellaron con el anillo real, y se fueron.

15 Los sacerdotes vinieron por la noche, como de costumbre, con sus
mujeres y sus hijos, y se lo comieron y bebieron todo.

16 El rey se levantó muy temprano y Daniel con él.

17 El rey le preguntó: «Daniel, ¿están intactos los sellos?»
-

«Intactos, oh rey», respondió él.

18 Nada más abierta la puerta, el rey echó una mirada a la mesa y
gritó en alta voz: «¡Grande eres, Bel, y no hay en ti engaño alguno!»

19 Daniel se echó a reír y, deteniendo al rey para que no entrara más
adentro, le dijo: «Mira, mira al suelo, y repara de quién son esas huellas.»

20 - «Veo huellas de hombres, de mujeres y de niños», dijo el rey;

21 y, montando en cólera, mandó detener a los sacerdotes con sus
mujeres y sus hijos. Ellos le mostraron entonces la puerta secreta por la que
entraban a consumir lo que había sobre la mesa.

22 Y el rey mandó matarlos y entregó a Bel en manos de Daniel, el
cual lo destruyó, así como su templo.

23 Habían también una gran serpiente a la que los babilonios
veneraban.

24 El rey dijo a Daniel: «¿Vas a decir también que ésta es de bronce?
Mira, está viva y come y bebe: no puedes decir que no es un dios vivo; así
que adórale.»


25 Daniel respondió: «Yo adoro sólo al Señor mi Dios; él es el Dios
vivo. Mas tú, oh rey, dame permiso y yo mataré a esta serpiente sin espada
ni estaca.»

26 Dijo el rey: «Te lo doy.»

27 Daniel tomó entonces pez, grasa y pelos, lo coció todo junto e hizo
con ello unas bolitas que echó en las fauces de la serpiente; la serpiente las
tragó y reventó. Y dijo Daniel: «¡Mirad qué es lo que veneráis!»

28 Al enterarse los babilonios, se enfurecieron mucho; se amotinaron
contra el rey y dijeron: «El rey se ha hecho judío: ha destruido a Bel, ha
matado a la serpiente, y a los sacerdotes los ha asesinado.»

29 Fueron, pues, a decir al rey: «Entréganos a Daniel; si no, te
mataremos a ti y a toda tu casa.»

30 Ante esta gran violencia, el rey se vio obligado a entregarles a
Daniel.

31 Ellos le echaron en el foso de los leones, donde estuvo seis días.
32 Había en el foso siete leones a los que se les daba diariamente dos

cadáveres y dos carneros; entonces no se les dio nada, para que devoraran a
Daniel.

33 Estaba a la sazón en Judea el profeta Habacuc: acababa de
preparar un cocido y de desmenuzar pan en un plato, y se dirigía al campo a
llevárselo a los segadores.

34 El ángel del Señor dijo a Habacuc: «Lleva esa comida que tienes a
Babilonia, a Daniel que está en el foso de los leones.»

35 «Señor - dijo Habacuc - no he visto jamás Babilonia ni conozco
ese foso.»

36 Entonces el ángel del Señor le agarró por la cabeza y, llevándole
por los cabellos, le puso en Babilonia, encima del foso, con la rapidez de su
soplo.

37 Habacuc gritó: «Daniel, Daniel, toma la comida que el Señor te ha
enviado.»

38 Y dijo Daniel; «Te has acordado de mí, Dios mío, y no has
abandonado a los que te aman.»

39 Y Daniel se levantó y se puso a comer, mientras el ángel de Dios
volvía a llevar al instante a Habacuc a su lugar.

40 El día séptimo, vino el rey a llorar a Daniel; se acercó al
foso,
miró, y he aquí que Daniel estaba allí sentado.

41 Entonces exclamó: «Grande eres, Señor, Dios de Daniel, y no hay
otro Dios fuera de ti.»

42 Luego mandó sacarle y echar allá a aquellos que habían querido
perderle, los cuales fueron al instante devorados en su presencia.