Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Eclesiastés 8, 1-14

1 ¿Quién como el sabio? ¿Quién otro sabe explicar una cosa? La
sabiduría del hombre hace brillar su rostro, y sus facciones
severas
transfigura.

2 Aténte al dictado del rey, y por causa del juramento divino

3 no te apresures a irte de su presencia; no te mezcles en conspiración,
pues todo cuanto le plazca puede hacerlo,

4 ya que la palabra regia es soberana, y ¿quién va a decirle: Qué
haces?

5 Quien se atiene al mandamiento, no sabe de conspiraciones. Y el
corazón del sabio sabe el cuándo y el cómo.

6 Porque todo asunto tiene su cuándo y su cómo. Pues es grande el
peligro que acecha al hombre,


7 ya que éste ignora lo que está por venir, pues lo que está por venir,

¿quién va a anunciárselo?

8 No es el hombre señor del viento para domeñar al viento. Tampoco
hay señorío sobre el día de la muerte, ni hay evasión en la agonía, ni libra la
maldad a sus autores.

9 Todo esto tengo visto al aplicar mi corazón a cuanto pasa bajo el sol,
cuando el hombre domina en el hombre para causarle el mal.

10 Por ejemplo, he visto a gente mala llevada a la tumba. Partieron del
Lugar Santo, y se dio al olvido en la ciudad que hubiesen obrado de aquel
modo. ¡Otro absurdo!:

11 que no se ejecute en seguida la sentencia de la conducta del malo,
con lo que el corazón de los humanos se llena de ganas de hacer el mal;

12 que el pecador haga el mal veces ciento, y se le den largas. Pues yo
tenía entendido que les va bien a los temerosos de Dios, a aquellos que ante
su rostro temen,

13 y que no le va bien al malvado, ni alargará sus días como sombra el
que no teme ante el rostro de Dios.

14 Pues bien, un absurdo se da en la tierra: Hay justos a quienes les
sucede cual corresponde a las obras de los malos, y malos a quienes sucede
cual corresponde a las obras de los buenos. Digo que este es otro absurdo.