Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Jeremías 36, 5-30

5 Dio Jeremías a Baruc estas instrucciones: «Yo estoy detenido; no
puedo ir a la Casa de Yahveh.


6 Así que, vete tú, y lees en voz alta el rollo en que has apuntado al
dictado mío las palabras de Yahveh, a oídos del público de la Casa
de
Yahveh el día del ayuno, y las lees también a oídos de todos los de Judá que
vienen de sus ciudades;

7 a ver si presentan sus súplicas a Yahveh, y se vuelven cada uno de
su mal camino; porque grande es la ira y el furor que ha expresado Yahveh
contra este pueblo.»

8 Hizo Baruc, hijo de Neriyías, conforme a todo cuanto le había
mandado el profeta Jeremías, y leyó en el libro las palabras de Yahveh en
la Casa de Yahveh.

9 Precisamente en el año quinto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de
Judá, el mes noveno, se proclamaba ayuno general delante de Yahveh, tanto
para el pueblo de Jerusalén como para toda la gente venida de las ciudades
de Judá a Jerusalén.

10 Baruc, pues, leyó en el libro las palabras de Jeremías en la Casa de
Yahveh, en la cámara de Guemarías, hijo de Safán el escriba, en el patio
alto, a la entrada de la Puerta Nueva de la Casa de Yahveh, a oídos de todo
el pueblo.

11 Oye Miqueas, hijo de Guemarías, hijo de Safán, todas las palabras
de Yahveh según el libro,

12 baja a la casa del rey, al cuarto del escriba, y se encuentra con que
allí estaban todos los jefes sentados: el escribano Elisamá, Delaías, hijo de
Semaías, Elnatán, hijo de Akbor, Guemarías, hijo de Safán, Sedecías, hijo
de Jananías, y todos los demás jefes.

13 Y Miqueas declaró todas las palabras que había oído leer a Baruc
en el libro a oídos del pueblo.

14 Entonces todos los jefes enviaron a Yehudí, hijo de Netanías, hijo
de Selemías, hijo de Kusí a decir a Baruc: «Toma en tus propias manos el
rollo en el que has leído en voz alta al pueblo y vente.» Baruc,
hijo de
Neriyías, tomó el rollo en sus manos y se dirigió adonde ellos.

15 Dícenle: «Ea, siéntate y ten a bien leérnoslo a nosotros.» Y Baruc
se lo leyó.

16 Como oyeron todas aquellas palabras, se asustaron y dijeron cada
cual a su vecino: «Anunciemos sin falta al rey todas estas palabras.»

17 Y a Baruc le pidieron: «Explícanos cómo has escrito todas estas
palabras.»

18 Díceles Baruc: «Al dictado. El me recitaba todas estas palabras y
yo las iba escribiendo en el libro con tinta.»

19 Dicen los jefes a Baruc: «Vete, escondeos tú y Jeremías, y que
nadie sepa dónde estáis.»

20 Y entraron adonde el rey, a la corte (el rollo lo consignaron en la
cámara de Elisamá el escriba) y anunciaron a oídos del rey todas aquellas
palabras.

21 Entonces envió el rey a Yehudí a apoderarse del rollo, y éste lo
tomó del cuarto de Elisamá el escriba. Y Yehudí lo leyó en voz alta al rey y
a todos los jefes que estaban en pie en torno al rey.


22 El rey estaba sentado en la casa de invierno, - era en el mes noveno

-, con un brasero delante encendido.

23 Y así que había leído Yehudí tres hojas o cuatro, él las rasgaba con
el cortaplumas del escriba y las echaba al fuego del brasero, hasta terminar
con todo el rollo en el fuego del brasero.

24 Ni se asustaron ni se rasgaron los vestidos el rey ni ninguno de sus
siervos que oían todas estas cosas,

25 y por más que Elnatán, Delaías y Guemarías suplicaron el rey que
no quemara el rollo, no les hizo caso.

26 Luego el rey ordenó a Yerajmeel, hijo del rey, a Seraías, hijo
de
Azriel, y a Selemías, hijo de Abdel, apoderarse del escriba Baruc y
del
profeta Jeremías, pero Yahveh los ocultó.

27 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías - tras de
haber quemado el rey el rollo y las cosas que había escrito Baruc al dictado
de Jeremías - como sigue:

28 «Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las cosas que antes
había en el primer rollo que quemó Yoyaquim, rey de Judá.

29 Y a Yoyaquim, rey de Judá, le dices: Así dice Yahveh: Tú has
quemado aquel rollo, diciendo: “¿Por qué has escrito en él: Vendrá sin falta
el rey de Babilonia y destruirá esta tierra y se llevará
cautivos de ella a
hombres y bestias?”

30 Por tanto, así dice Yahveh a propósito de Yoyaquim, rey de Judá:
No tendrá quien le suceda en el trono de David y su propio cadáver yacerá
tirado, expuesto al calor del día y al frío de la noche.