Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Jeremías 44, 7-18

7 Ahora, pues, así dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: ¿Por
qué os hacéis tanto daño a vosotros mismos, hasta borraros a hombre
y
mujer, niño y lactante de en medio de Judá sin que os quede resto,

8 irritándome con las hechuras de vuestras manos, quemando incienso
a otros dioses en Egipto, adonde habéis venido como refugiados, como
queriendo acabar de borraros a vosotros mismos y acabar en tema de
maldición y oprobio en todas las naciones de la tierra?

9 ¿Si será que habéis olvidado las maldades de vuestros padres y las
de los reyes de Judá y de sus caudillos, y las propias vuestras y
las de
vuestras mujeres; maldades que hacían en tierra de Judá y en las calles de
Jerusalén?

10 No se han compungido hasta la fecha, ni han temido ni andado en
la Ley y los preceptos que propuse a vosotros y a vuestros padres.

11 Por tanto, así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Mirad que yo
me fijo en vosotros para mal, y para raer a todo Judá.

12 Echaré mano al resto de Judá - los que enderezaron rumbo a
Egipto, para entrar allí como refugiados - y serán acabados todos ellos en
Egipto, y caerán por la espada, por el hambre serán acabados. Del chico al


grande por la espada y por el hambre morirán, y serán tema de imprecación
y asombro, de maldición y oprobio.

13 Visitaré a los que viven en Egipto, lo mismo que visité a Jerusalén:
con la espada, el hambre y la peste,

14 y del resto de Judá, que, como refugiados vinieron acá a Egipto, no
quedará evadido ni superviviente para volver a tierra de Judá, adonde
se
prometen volver para quedarse allí, porque ya no volverán más que algunos
huidos.

15 Respondieron a Jeremías todos los hombres que sabían que sus
mujeres quemaban incienso a otros dioses, y todas las mujeres presentes -
una gran concurrencia - y todo el pueblo establecido en territorio egipcio,
en Patrós:

16 «En eso que nos has dicho en nombre de Yahveh, no te hacemos

caso,

17 sino que cumpliremos precisamente cuanto tenemos prometido,

que es quemar incienso a la Reina de los Cielos y hacerle libaciones, como
venimos haciendo nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros
jefes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que nos
hartábamos de pan, éramos felices y ningún mal nos sucedía.

18 En cambio, desde que dejamos de quemar incienso a la Reina de
los Cielos y de hacerle libaciones, carecemos de todo, y por la espada y el
hambre somos acabados.»