Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Marcos 5, 8-32

8 Es que él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»


9 Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es
Legión, porque somos muchos.»

10 Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.
11 Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte;
12 y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en

ellos.»

13 Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y
entraron en los puercos, y la piara - unos 2.0000 se arrojó al mar de lo alto
del precipicio y se fueron ahogando en el mar.

14 Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas;
y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido.

15 Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la
Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor.

16 Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y
lo de los puercos.

17 Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.

18 Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía
estar con él.

19 Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los
tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido
compasión de ti.»

20 El se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús
había hecho con él, y todos quedaban maravillados.

21 Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto
a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar.

22 Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae
a sus pies,

23 y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de
morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.»

24 Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.

25 Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce

años,

26 y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado

todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor,

27 habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la
gente y tocó su manto.

28 Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me
salvaré.»

29 Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo
que quedaba sana del mal.

30 Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de
él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?»

31 Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime
y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”»

32 Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había
hecho.