Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Mateo 21, 1-37

1 Cuando se aproximaron a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al
monte de los Olivos, entonces envió Jesús a dos discípulos,

2 diciéndoles: «Id al pueblo que está enfrente de vosotros, y enseguida
encontraréis un asna atada y un pollino con ella; desatadlos y traédmelos.

3 Y si alguien os dice algo, diréis: El Señor los necesita, pero
enseguida los devolverá.»

4 Esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del profeta:

5 = Decid a la hija de Sión: He aquí que tu Rey viene a ti, manso y
montado en un asna y un pollino, hijo de animal de yugo. =

6 Fueron, pues, los discípulos e hicieron como Jesús les había
encargado:

7 trajeron el asna y el pollino. Luego pusieron sobre ellos sus mantos,
y él se sentó encima.

8 La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros
cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino.

9 Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: = «¡Hosanna = al
Hijo de David! = ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna =
en las alturas!»

10 Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. «¿Quién es
éste?» decían.

11 Y la gente decía: «Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.»
12 Entró Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y

compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de
los vendedores de palomas.

13 Y les dijo: «Está escrito: = Mi Casa será llamada Casa de oración.

= ¡Pero vosotros estáis haciendo de ella una = cueva de bandidos!» =

14 También en el Templo se acercaron a él algunos ciegos y cojos, y
los curó.

15 Mas los sumos sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que
había hecho y a los niños que gritaban en el Templo: «¡Hosanna al Hijo de
David!», se indignaron

16 y le dijeron: «¿Oyes lo que dicen éstos?» «Sí - les dice Jesús -. ¿No
habéis leído nunca que = De la boca de los niños y de los que aún maman te
preparaste alabanza?» =

17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, donde pasó la
noche.

18 Al amanecer, cuando volvía a la ciudad, sintió hambre;

19 y viendo una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no
encontró en ella más que hojas. Entonces le dice: «¡Que nunca jamás brote
fruto de ti!» Y al momento se secó la higuera.


20 Al verlo los discípulos se maravillaron y decían: «¿Cómo al
momento quedó seca la higuera?»

21 Jesús les respondió: «Yo os aseguro: si tenéis fe y no vaciláis, no
sólo haréis lo de la higuera, sino que si aun decís a este monte: “Quítate y
arrójate al mar”, así se hará.

22 Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis.»

23 Llegado al Templo, mientras enseñaba se le acercaron los sumos
sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces
esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?»

24 Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si
me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto.

25 El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?»
Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: “Del cielo”, nos dirá: “Entonces ¿por
qué no le creísteis?”

26 Y si decimos: “De los hombres”, tenemos miedo a la gente, pues
todos tienen a Juan por profeta.»

27 Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos.» Y él les replicó
asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»

28 «Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al
primero, le dijo: “Hijo, vete hoy a trabajar en la viña.”

29 Y él respondió: “No quiero”, pero después se arrepintió y fue.

30 Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: “Voy,
Señor”, y no fue.

31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» - «El primero» - le
dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras
llegan antes que vosotros al Reino de Dios.

32 Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis
en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros,
ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él.

33 «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la
rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a
unos labradores y se ausentó.

34 Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los
labradores para recibir sus frutos.

35 Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a
otro le mataron, a otro le apedrearon.

36 De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros;
pero los trataron de la misma manera.

37 Finalmente les envió a su hijo, diciendo: “A mi hijo le respetarán.”