Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

Romanos 8, 1-25

1 Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están
en Cristo Jesús.

2 Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de
la ley del pecado y de la muerte.

3 Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la
carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne semejante a la
del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne,

4 a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que
seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu.

5 Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas
los que viven según el espíritu, lo espiritual.


6 Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida
y paz,

7 ya que las tendencias de la carne llevan al odio a Dios: no se
someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden;

8 así, los que están en la carne, no pueden agradar a Dios.

9 Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que
el
Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo,
no le pertenece;

10 mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a
causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia.

11 Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos
habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos
dará
también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en
vosotros.

12 Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir
según la carne,

13 pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis
morir las obras del cuerpo, viviréis.

14 En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son
hijos de Dios.

15 Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor;
antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar:

¡Abbá, Padre!

16 El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de
que somos hijos de Dios.

17 Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de
Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados.

18 Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son
comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros.

19 Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación
de los hijos de Dios.

20 La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no
espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza

21 de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar
en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

22 Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre
dolores de parto.

23 Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate
de nuestro cuerpo.

24 Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se
ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?

25 Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia.